Un hombre de 36 años que continúa viviendo con sus padres ha contratado a un servicio de demolición para derribar el techo del piso familiar y de ese modo poder desobedecer a sus progenitores. Según los padres, la iniciativa de su hijo, que ni estudia ni trabaja y ha consagrado su vida al parasitismo paternofilial, ha tenido lugar después de que estos le dijeran que mientras viviera bajo su mismo techo seguiría sus normas.

Dura lex, sed lex

El hombre, que se considera “una persona inconformista, que no se pliega a principios arbitrarios de autoridad”, habría aprovechado un vacío legal en la directriz impuesta por sus padres para seguir viviendo en su misma casa. “Ahora el vacío lo tenemos sobre nuestras cabezas y los vecinos de arriba bajo sus pies”, comenta la madre, mientras le prepara unos huevos fritos a su vástago “porque será un cabrón, pero tampoco es plan de que se vaya a la cama sin cenar”. La decisión del muchacho, que considera que ha actuado obligado por las circunstancias, responde a que “no hay derecho a que yo tenga que aguantar la asfixiante dictadura de mis padres, que están todo el rato diciéndome que me busque un trabajo o que recoja mi habitación, y ellos ni siquiera sean capaces de soportar que llegue borracho todos los días a las cinco de la mañana”, explica el hombre, muy alterado por su quincuagésima muerte en el Fortnite.

La empresa de demolición se encuentra a la espera de recibir el pago, que correría a cuenta de los padres al haberse desentendido el hombre de abonar la factura debido a que “hablar de dinero es algo rastrero, motivado por este sistema capitalista salvaje en el que nos vemos inmersos”.

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