El equipo de especialistas en gerontología que ha examinado al presidente de los EE.UU. ha determinado que Joe Biden no sufre ningún tipo de demencia ni merma neurológica o cognitiva y que sus lapsus son en realidad “troleos y vaciles que hace a la peña en actos oficiales porque con 77 años, una próstata del tamaño de una pelota de tenis y un largo historial de aneurismas, trombosis, embolismo pulmonar, arritmia y melanomas, es de las pocas alegrías que le quedan en la vida”.

Para lo que le queda en el convento

Los doctores que han evaluado a Biden en visita ambulatoria a la Casa Blanca no han detectado ningún indicio de demencia senil ni de Alzheimer y han podido confirmar que los deslices, salidas de tono, errores y meteduras de pata del POTUS en discursos, intervenciones mediáticas, galas y mítines son “total y absolutamente intencionados” con fines estrictamente lúdicos. “¿Pero ustedes se creen que cuando Biden se puso a llamar durante un acto del partido demócrata a la congresista republicana Jackie Walorski no se acordaba él, de sobra, de que la tía estaba fiambre? ¿Acaso son ustedes tan ilusos de pensar que el señor presidente no sabe que todo el pifostio que se ha montado con los rusos no ha sido en Irak, sino en Ucrania, con la cantidad de movidas de drogas, prostitución y negocios turbios que tiene, presuntamente, su hijo Hunter relacionadas con ese país? Ay, qué poca calle…”, afirma Walter Momix, portavoz del equipo médico habitual.

Joe Biden habría confesado entre risas durante el chequeo que pretende llevar su campechanía “un paso más allá” y defecarse encima durante el discurso televisado de Acción de Gracias “a ver qué cara ponen”.

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