Puesta en marcha hace un mes por el personal del bufete Torrezno & Picatostes, sito en la planta 35 de la bilbaína Torre Iberdrola, la técnica del Ascensor Oportunista consiste en coger el elevador para subir únicamente si está disponible en el momento. Si no es así, no se espera. Ahí están las escaleras para tonificar lo que sea menester. Esta técnica está revolucionando el mundo del auto cuidado humano y ha desbancado al Ayuno Intermitente en la Operación Bikini de 2025. Según la última encuesta sobre hábitos infartantes del Centro de Investigaciones Sociológicas, tres de cada dos personas han pensado en practicarla y ocho de cada seis se han acordado de ella cuando ya estaban dentro del ascensor.

Ojea el género

Gerardo Minadas, responsable de riesgos laborales en Torrezno & Picatostes, recuerda que empezó con un “que no hay huevos” tras un cafelito mediomañanero. “Todo ha ido muy rápido, hay gente de todas las empresas de la torre en el ajo y hemos pedido que pongan un desfibrilador en cada planta”, admite. Para la psicóloga Genoveva Gancia el atractivo del Ascensor Oportunista es su naturaleza caótica. Destierra el concepto “rutina” que tanto echa para atrás a los practicantes inexpertos de cualquier deporte. “Igual te ha tocado subir tres veces seguidas en ascensor y, ¡zas!, a la cuarta estás vomitando en un descansillo mientras sientes las pulsaciones en tu oído”, susurra. “Yo antes venía a que me explotaran sin esta emoción de poder matarme a lo tonto y es todo un aliciente”, corrobora una practicante del Ascensor Oportunista que entrena en su propio bloque de viviendas.

Gerardo Minadas cree que si se dan vida conseguirán que el Ascensor Oportunista sea deporte olímpico de exhibición en Brisbane 2032 y “si ha quedado alguien vivo para entonces”, disciplina en Doha 2036. “Tenemos que redactar el reglamento del deporte todavía pero está todo muy borroso”, resopla por teléfono.

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