Cada vez más trabajadores de entre treinta y cuarenta años optan por practicar ‘micro jubilaciones’. Convencidos de que tendrán que trabajar hasta los 85 años para acceder a una pensión, pública o privada, prefieren disfrutar de pequeñas dosis de ‘disfrute jubilado’. “Lo hacen ahora que pueden darse cuenta de lo bien que se pasa”, explica la psicóloga Luisa Piente. La brecha de género también existe en este campo. Tardar más de lo debido en pasar la compra por la caja del súper, mientras la ira crece en la cola, es la actividad con más éxito entre los varones. Las mujeres por su parte prefieren ocupar durante horas, mediante bandas organizadas, mesas en bares y degustaciones para consumir un solo café con leche por cabeza.

Clases pasivas

Las ‘micro jubilaciones’ fueron sacadas a la luz por el sociólogo Antón Tolaba. En agosto de 2023 se encontró con un grupo de treintañeros sentado en un banco del paseo marítimo de Santurtzi. Cuatro de ellos intentaban que sus desesperadas hijas, niñas de entre seis y diez años de edad, les actualizaran el teléfono móvil. “La mayor parte de la gente de esa edad se arregla bien con estas cosas así que me picó la curiosidad y pregunté”, comenta mientras menea la cabeza. Mientras las niñas aprovechaban para escaparse, sus progenitores confesaron disfrutar de hacer sufrir a las pequeñas lo que sus padres, verdaderos jubilados, les hacen a ellos cada vez que van a comer a casa. “Para cuando me di cuenta llevábamos dos horas hablando de qué buena tarde se había quedado”, susurra Tolaba.

Según ha podido constatar desde entonces este investigador social al menos dos aquellos tipos ellos forman parte de una red de ‘microjubilados’ bizkaina. La trama está traficando con reservas de plazas para contemplar la obra del túnel subfluvial que unirá Getxo con Sestao. Un proyecto de 400 millones de euros que les mantendrá entretenidos varios sábados.

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