Txarriboda News 1480 (23-09-2025)
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Que sientas interés e incluso afecto por una persona no significa que no haya momentos en los que desees que la atropelle un camión conducido por alguien sin relación demostrable contigo para evitarte problemas legales. Recíprocamente, sentir alegría por algo bueno que le ha pasado a una persona a la que atropellarías en persona sin importante ser detenido, no te convierte en el hombre blandengue del que hablaba El Fary. Son conclusiones del neurólogo italiano Otto Melara, que ha dirigido un estudio cerebral de 100.000 europeos representativos de lo que todavía se llama clase media. “Los sentimientos como la empatía y el rencor se gestionan en varias áreas del cerebro que trabajan juntas en una red compleja”, resume Melara. Neuronas estropajo Que el agregado de esos cerebros forme un electorado es algo que excede el campo del estudio. “Yo trabajo al pormenor, con finas lonchas de tomografía axial, mientras me bebo un buen Chianti”, advierte Melara. Recuerda el caso de un activista de SOS Racismo al que le había afanado el móvil un sujeto del que no podía dar la descripción porque parecería racista. “Oh, aquel cerebro en conflicto podría haber iluminado una cervecería en Múnich”, comenta divertido. La psiquiatra Lugerike Flammenwerfer subraya que hasta ahora se creía que la corteza prefrontal del cerebro se encargaba de la regulación emocional, la toma de decisiones y el control de los impulsos. “Eso acaba de saltar por los aires como una cena de navidad en una familia presuntamente estructurada”, comenta ufana. Flammenwerfer y Melara han descubierto que el sistema de neuronas espejo que nos permite simular mentalmente las experiencias de los demás y sentir empatía tiene una contraparte a la que han dado en llamar neuronas estropajo. “Establecen conexiones por todo nuestro cerebro y enlazan zonas de nuestro interior de las que habitualmente no charlamos con los amiguetes”, susurra Melara. © elkarma.eus |
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