El rey Emérito asegura sentirse lleno de orgullo y satisfacción al poder unirse a la larga lista de emprendedores que traen riqueza a su patria de adopción durante la apertura del primer restaurante tirolés de Abu Dhabi. Juan Carlos de Borbón ha confesado que “no se trata sólo de un negocio” sino de una iniciativa de hermanamiento de “los dos países a los que he consagrado toda mi vida y en los que siempre ha estado mi corazón: Suiza y Emiratos Árabes”.

He aquí el hombre

El restaurante, que acogerá a lo más granado de la alta sociedad emiratí, será un punto de encuentro para, según Juan Carlos, “todos aquellos librepensadores, espíritus inquietos y emprendedores concienciados con los valores democráticos que deseen que una fondue de gruyere y emmental transicione hacia una cálida charla de sobremesa sobre los valores de la intimidad y la confidencialidad en el ecosistema financiero”. Ataviado con pantalón corto, calcetines blancos hasta la rodilla, peto y sombrero de lana trilby con pluma, el Emérito ha recibido personalmente a los asistentes a la apertura inaugural aunque ha exigido que el pago del menú se haga en efectivo “por manías mías que no tienen que ver con nada”. Juan Carlos de Borbón ha querido iniciar la velada dedicando unas palabras a su propia andadura vital. “Ha sido un largo camino desde el humilde pueblecito a las afueras de Ginebra en el que nací hasta llegar aquí y compartir este momento de felicidad con todos ustedes, algo que sólo sabemos valorar los que no tenemos familia, ni hijos, y hemos tenido que labrarnos nuestro futuro luchando por salir del pozo de la indigencia sin ayuda de nadie”, comenzaba su discurso, interrumpido en ocasiones por las ovaciones y las lágrimas de los congregados.

La noche transcurrió entre brindis y nuevas prédicas y sólo se vio empañada cuando uno de los clientes preguntó si podía pedir paella y sangría fuera de menú, lo que provocó su desalojo violento del local entre fuertes medidas de seguridad.

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