La retirada del mercado de la segunda parte de La Biblia, el Nuevo Testamento, inspirado en Jesucristo, personaje nazareno creado a principios del siglo I por los escritores Mateo, Marcos, Lucas y Juan, por supuestamente difundir estereotipos racistas y coloniales ha causado gran revuelo en el Vaticano, dividiendo a la opinión pública y lanzando así un nuevo debate sobre presuntos excesos de la denominada cultura de la cancelación.

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Varias editoriales de literatura religiosa han decidido paralizar la reimpresión del libro, concebido como acompañamiento de la epopeya de fantasía épica Viejo Testamento, por las “reacciones negativas” y por contener “una imagen romántica y con muchos clichés” sobre los dioses que no se ajusta “a la realidad histórica, a la opresión de los pueblos indígenas por parte del colonialismo romano”, según ha dicho el portavoz del Sacro Colegio Cardenalicio. Desde las redes sociales, concretamente a través de mensajes críticos en Instagram, se ha acusado a la obra de perpetuar el estereotipo del dios como “ser superior buenista vestido de túnica, con barba de hipster, que se ve obligado a sacarles las castañas del fuego a los mortales con sus poderes sobrenaturales”. Según han publicado sus detractores, “Cristo ejerce de Tío Tom reaccionario, manso y connivente, pidiendo a los habitantes de la Palestina de hace dos mil años que pongan la otra mejilla en vez de rebelarse contra la injusticia de un sistema imperialista, xenófobo, totalitario y heteropatriarcal”.

Los círculos del movimiento woke han ido más allá y acusan al Nuevo Testamento de exaltar el antisemitismo y defender la normalización del canibalismo.

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