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Leer es un hábito pernicioso y cansado, como profanar tumbas o pagar en la caja del súper. En esta sección damos al traste con la creencia supersticiosa de que los libros son fuente de cultura y no se les puede dar de comer después de las doce. Siempre desde la veracidad y rara vez en ayunas.
Nº 1. Formación
Leer es una actividad antinatural que exige un periodo previo de aprendizaje largo y costoso. Los niños de dos años pueden ir a una sala X y se enteran del argumento. Sin embargo deben esperar diez años más para poder leer un cuaderno de Rubio estándar.
Nº 2. Obsolescencia
Los libros son artefactos anacrónicos y retrógrados que se oponen al desarrollo tecnológico. En medio de la proliferación de la televisión irradiada, los calamares a la romana con USB y las berenjenas digitales terrestres, leer es reaccionario y pretende dejar en el paro a los actores de culebrones que graban los audiolibros.
Nº 3. Perniciosidad
Don Quijote se volvió loco por leer. Góngora podría haber escrito que al hidalgo se le fue la olla después de una mala partida al Doom 3. O por una sobredosis de episodios de Ana y los Siete. O tras haber visto la porno medieval de Vicente Aranda, Tírate al Blanco, pero no.
Nº 4. Introspección
Leer fomenta la introspección del individuo y el onanismo. En las bibliotecas la gente no habla entre sí, ni se fomenta el espíritu de grupo lanzando botellas a la cabeza de un acomodador. Es improbable ver en un bar un libro abierto sobre una repisa elevada, junto a un toro de felpa y una botella de anís del gnomo, y que toda la parroquia lea el relato sobre un encuentro Recre – Getafe.
Nº 5. Supervivencia
La mayor parte de la gente no lee. Es el instinto de supervivencia de la especie, como cuando nos cortamos de ponerle la zancadilla a un tranvía porque sabemos que trae mala suerte.
© humorenlared.com |
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