julio 1, 2015

Gora Euskadi: Servicio de garantía

Aún no me había repuesto de la noticia. Tenía el corazón en un puño y llevaba varios días como ausente, traumatizado todavía por la desgracia sin precedentes sobre la que los medios de comunicación informaban, impotentes por ser meros espectadores, incapaces de evitarla. Enrique Iglesias había sido atacado por un drone. Seguramente pensó el cantante, durante aquellos interminables segundos sobre un escenario de Tijuana, previos al fatal desenlace, que el drone le tendría a él más miedo que él al drone. Por eso intentó acariciarlo con la mano desnuda, confiado, conciliador. Como es él. Pero su gesto fue inane y a punto estuvo de perder dos dedos ante el traicionero ingenio electrónico.

Aún no me había repuesto, como decía (ya no pongo el ventilador de casa; mi psicólogo dice que es TEPT), cuando, repasando la hemeroteca, me encuentro con la noticia que antecede estas líneas. Del 28 de mayo. Dos días antes de la tragedia mejicana. “Las policías se ponen las pilas con los drones porque son el futuro”. Esta vez el titular solo peca de destacar el pésimo juego de palabras (entresacado) a costa del término “pilas”. Es la noticia en sí, desde su redacción hasta la elección de la foto del bobby inglés con caña de pescar y las gafas de Elton John, la que me provoca palpitaciones, sequedad bucal, sudoración profusa y un cierto descolgamiento escrotal de carácter leve. Los drones, son el futuro de la policía. Nos prometieron a Robocop y nos dan un municipal con un helicóptero teledirigido.

No me malinterpreten. Puede que peque de apocalíptico, pero no soy un luddita. Aunque motivos no me faltan (una citromatic me abrió la ceja durante la infancia). Simplemente no me tranquiliza mucho el entusiasmo divulgativo con que se describen las aplicaciones de esos aparatos, que lo mismo ayudan en “el control de manifestaciones” que son capaces de “matar personas en la oscuridad”. Filippo Tommaso Marinetti estaría en su salsa. Y ya sabemos de qué pie cojeaba ese.

Debo ser justo. El artículo también advierte de sus peligros. ¿Se acuerda, acaso, de los 34 civiles acribillados en un funeral en Afganistán? Pues no. Alerta sobre las heridas que puede provocar tocar sus hélices, si se es lo suficientemente gañán. Lo que hace que me acuerde de nuevo de Enrique. Lo siento. Es que me emociono.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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