julio 11, 2021

Gora Euskadi: El terror de los pensionistas vivientes

El periodismo que se considere así mismo serio y responsable debe permanecer alerta, cual aceitado surfista, mientras otea el horizonte desde la orilla de esta playa que es la actualidad. Las diferentes olas del devenir humano deben ser detectadas e identificadas cuando son una mera promesa burbujeante, una sutil ondulación en el agua, para poder cabalgarlas antes de que rompan. No es una tarea fácil, porque la prensa no sólo debe ser capaz de localizar la mencionada ola sino que, una vez coronada su cresta, tiene que mostrar a sus lectores la envergadura de esa onda cabalgada, que hay mucho ágrafo y mucho lector en diagonal que no alcanza a entender su gravedad (mucho menos la metáfora) hasta que el golpe de mar se lo lleva por delante haciéndole la lavadora. Dicho esto, la búsqueda incesante de tendencias noticiosas es una tarea infinita y tan pronto se disuelve una hay que andar descubriendo otra. Por eso el grupo Vocento, prevenido de que la pandemia se va desinflando poco a poco, y de que el culebrón de Rociíto no da ya mucho más de sí, está presto a apuntar, cual perdiguero de Burgos haciendo la muestra, a nuevas catástrofes que mantengan en tensión a sus fieles seguidores, no vayan a pensar que esto es Jauja y el peligro ha pasado. De este modo, el martes 15 de junio, el periódico El Correo, titula una información a triple columna «El número de pensionistas vascos crece el doble que el de cotizantes». Porque el diario no da puntada sin hilo. Parece querer decirnos que de la pandemia a lo mejor hemos librado, pero estamos a las puertas de otro apocalípsis, mucho más peligroso que la peor pesadilla de Lovecraft o de Zack Snyder. Nos previene contra el terror de los pensionistas vivientes.


Los artífices de El Correo están intranquilos, y así se lo hacen saber a los lectores, que buscan la iluminación de su faro y guía, antes de correr como gallinas sin cabeza ante la nueva amenaza que se cierne sobre ellos. Por ello, el diario se vale de las herramientas que de tanta utilidad han sido durante las razias del SARS-CoV-2: el despliegue de gráficas, porcentajes, curvas y líneas rojas que tanto empaque dan cuando se trata decirnos que nuestro futuro corre peligro. Pero el miedo es por nuestro bien. ¿Cómo no va a prevenirnos Vocento de esa plaga de jubilados que va creciendo poco a poco en número ante la impotencia del temerario cotizante? ¿Cómo no va a alertarnos contra esos grupos de malintencionados que se mueven en hordas en campos de petanca, colas de ambulatorio y terrazas de degustación? ¿Cómo no va advertirnos sobre ese colectivo ingrato y desvergonzado que se manifiesta frente a ayuntamientos para reclamar sus derechos, valiéndose del privilegio de que ya están vacunados?

Tampoco es que El Correo quiera decirnos que haya que emprenderla a puñaladas con ellos al grito de «los pensionistas nos quitan la comida» como si estuviésemos en un banco de alimentos de Cartagena. Nada más lejos. Pero ahí lo deja. No dicta, pero avisa. De hecho, casi se podría decir que el resto de la información se edulcora con jerga estadística, tras la promesa del titular, a modo de click bait. Revisar el cuerpo del texto sin fijarse en los detalles puede sumirnos en la decepción. Como sucede al leer «dientes de sierra». Irremediablemente se nos vienen a la cabeza las fauces de un jubilado con los ojos inyectados en sangre tratando de devorarnos junto con nuestra aportación a la Seguridad Social, cuando en realidad se está hablando de las alzas y bajadas de la cifra de trabajadores que cotizan en función de la coyuntura económica. Pero no nos relajemos. Si El Correo lo dice es que el peligro es real. Apuntalen sus ventanas. Confinen a sus abuelos. Ya lo decía George A. Romero. Cuando ya no quede sitio en el Imserso, los pensionistas caminarán por la tierra.

Héctor Sánchez © elkarma.eus

 

Pincha aquí para descargarte el PDF de EL KARMA 218

Pincha aquí para ir a otras columnas de Héctor Sánchez

Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados