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El shock producido por la victoria de Trump en los EE.UU. es más profundo y vertiginoso de lo inicialmente previsto. Se preveían riesgos, pero no tantos, ni tan diversos.
Trump se ha ciscado en el «gobernaré para todos» de rigor en las noches electorales occidentales, para adoptar el «a por ellos» de las hinchadas deportivas. Su eslogan podría ser «Todo a la vez en todas partes», aliñado con mal gusto y superioridad turbocapitalista.
A su favor podría decirse que no ha perdido el tiempo y que tenía objetivos claros y marcados, pero el rastro de consecuencias es vergonzoso, impactante y abarca a todo el globo. Masacre en Palestina hasta las últimas consecuencias, deportaciones de migrantes, disolución de servicios públicos, represalias económicas contra antiguos aliados ideológicos y económicos, entreguismo al autoritarismo ruso, reactivación del imperialismo más chusco y bofetadas a la desnortada Europa.
Dudo que el modelo clásico occidental sobreviva indemne a su mandato de cuatro años. Quién sabe si los que superen la tormenta se verán entonces obligados a construir un nuevo modelo más justo, sabio y humano.
Miguel Fernández © elkarma.eus |
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