julio 1, 2025

Debajo de la Palmera: No era un caníbal sino un antropólogo

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Hubo un antropólogo vasco que dio nombre a la Fundación Aranzadi. Se trata de Telesforo Aranzadi Unamuno, primo del escritor. Bergarés, sus aportaciones a la prehistoria, a la etnología, la historia y la antropología dentro del ámbito científico vasco marcaron un hito.

Aranzadi, junto a D. José Miguel de Barandiaran y al profesor Enrique Aranguren, natural de Vitoria-Gasteiz y catedrático en la Universidad de Oviedo, realizó la primera campaña de excavaciones e investigaciones en los dólmenes del Aralar gipuzkoano. Así se formó el equipo de investigación prehistórica Aranzadi-Barandiaran-Eguren.

En el mismo Bergara el yacimiento de Irukurutzeta fue descubierto en 1920 por los que comenzaron a llamarles “Los Tres Tristes Tigres”, como denominaba Barandiaran al equipo que componía junto a Aranzadi y Eguren. Y fue un equipo de primera.

Aranzadi era doctor en Farmacia y ciencias naturales, dibujante científico, catedrático de mineralogía y zoología de la Universidad de Granada, catedrático de botánica descriptiva de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Barcelona y catedrático de antropología en el mismo centro docente. Además de miembro, socio y académico de varias entidades científicas, participó en diversos congresos internacionales.

El buen señor era una eminencia pero jamás pensó que lo iban a presentar como una especie de caníbal. En plena guerra se había tenido que meter varias veces en los refugios preparados y ante aquella realidad comentó: “Está visto que estamos volviendo a las cavernas. No le faltaba razón. Conocía de lo que hablaba ya que se pasaba la vida con sus compañeros buscando datos, piedras, huesos, pinturas, dólmenes…

En uno de los viajes que realizó a Bilbao, un periódico registró su llegada de este modo. “Se encuentra entre nosotros el notable antropófago vasco Don Telesforo de Aranzadi”

Naturalmente corrió al diario para que pusieran remedio a aquel error-horror. Pero, como suele ocurrir muchas veces con muchas rectificaciones aquello tampoco remedió gran cosa la pifia y más de un sencillo ciudadano le saludaba educadamente quitándose el sombrero. “¡Buenos días señor antropófago!”

Lo llevó bien con buenas risas de sus compañeros antropófagos, mejor dicho, antropólogos, miembros de los Tres Tristes Tigres.

A los pocos días regresaba de una de sus excavaciones trayendo envueltos en un mantel huesos antiquísimos. Se encontró con un guardia civil que le preguntó qué llevaba en ese hatillo.
La merienda – replicó Aranzadi, mostrándoselos. Normal en un antropófago.

Ya ven lo que puede ocurrir cuando no se sabe claramente la distinción entre un antropólogo y un antropófago. Tampoco entre un político y un comisionista o entre un escritor o un fontanero.

Cosas de la vida.

Iñaki Anasagasti © elkarma.eus

 

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