Debajo de la palmera: ¿Es tan sagrada la unidad de España?
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Hace cien años había dos imperios en Europa y en sus aledaños que se lo comían todo. Y si un político desobediente reivindicaba un lugar bajo el sol para su nación era tachado de loco y llevado a la mazmorra más próxima. Parecía que la ruptura de esos Imperios traería catástrofes, diluvios y viruelas varias. Pero esos gigantes con pies de barro comenzaron a resquebrajarse. Guerras y violencias ya nos daban en 1906 que Europa estaba compuesta por 24 estados. Hoy la cifra se eleva a 46 (47 si contamos a Turquía y sin contar a Kosovo). El último Montenegro donde Javier Solana impuso que para ser independiente Montenegro tenía que votar a esa iniciativa el 55% de la población. Y Montenegro lo logró. Cuando uno habla de estas cosas siempre te sacan en Madrid que eso solo es válido para países colonizados como el Sahara y que ni Catalunya ni Euskadi han sido nunca colonias españolas. Les importa un pito lo que quiera la población que vive en Catalunya o en Euzkadi. El NO es el NO. Y no se hable más. La grandeza de España no se pone en cuestión.
Dicho esto te sacan el artículo de la Constitución española aprobado con aquiescencia militar donde te hablan de la unidad de España “única e indivisible”. Única e Indivisible porque lo han dicho cuatro señores en Madrid, lo han escrito en un papel, y no han dejado convocar referéndums territoriales para testar alguna que otra cosa y porque España es un estado de quinientos años. Y san se acabó. Nosotros presentamos una enmienda a la sacrosanta Constitución española en 1978 que decía que la unidad de España se basaba en la voluntad de los distintos pueblos que la conformaban. No en un solo pueblo español. Todos los partidos españoles tras vaciar muchos frascos de sales ante nuestra impertinencia, votaron en comandita por el NO. UCD, AP, PSOE y PC. Pues no es para tanto señores hispanos. España existe como tal desde 1812 gracias a su centralista Constitución gaditana que por cierto no fue refrendada por nadie. Lo anterior era solo el cortijo privado de los respectivos reyes que ampliaban su gran Cortijo con matrimonios y guerras. ¿Qué diferencia tiene el portugués con el castellano siendo las dos lenguas romances? La manera de masticar la lengua. Pero si hay una diferencia abismal por ejemplo con el euskera , un idioma endiablado cuyo origen no se conoce. ¿Y la traición de Bergara? Bien gracias. Pero ahí falló Felipe II con no haber puesto la capital de sus Españas en Lisboa como le decía su padre el emperador Carlos I. De haberlo hecho, hoy Portugal sería una gran autonomía, pero sería parte de España. Cuestión de coyuntura, no de nacionalidad. Guerras y matrimonios hicieron el resto. Hablar luego de esencias cuando este tipo de unidades pasa por el tálamo nupcial, es poco serio. Digo esto porque le veíamos hace poco a Susana Díaz de los nervios contra Pedro Sánchez hablando de líneas rojas y la principal de ellas no era nada social propia de un partido socialista que se dice líder de la izquierda, sino el NO rotundo al derecho a decidir, el derecho a la autodeterminación. NO, No, y No, y un NO al que se le unían en coral desafinada los presidentes de Extremadura y Castilla La Mancha. NO. Y tras el NO, se ponen a cantar La Internacional que basa su letra en superar lo cantonal y exaltar la internacionalidad de la lucha proletaria. ¡Uníos Proletarios del Mundo Entero! Y es que mayor nacionalismo que el español es difícil encontrar. Lo raro es que sea el Partido Socialista Obrero español quien se ponga tan digno y le parezca lo hecho por el primer ministro británico, David Cameron, algo impropio con la esencia del Imperio inglés como fue lo de preguntar a los escoceses si querían ser independientes. Salió el No, pero ahí está el ejemplo y la experiencia. Lo malo es que en España las batallas esencialistas son muy peligrosas. La guerra civil iniciada hace ochenta años tuvo por motivo la ruptura de España y la persecución religiosa, amén de otros aditamentos, pero ahí están generales varios, el último de apellido Chicharro, que ven con horror que se plantee siquiera esa posibilidad refrendataria. Decía Renan que la Nación es un plebiscito permanente. Es decir, que una Nación se debe asentar sobre la voluntad de sus ciudadanos de vivir juntos bajo un nombre, un idioma, unas costumbres, un genio civil, una historia, una música, unos colores y paisajes y hasta con un queso denominación de origen. Pero España jamás aceptará que se ponga en cuestión su unidad territorial. Jamás. Y ahí, como decía Pla, lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. O formarán gobierno por puro patriotismo hispano o no lo formarán y preferirán elecciones anticipadas solo porque un Partido solicita que preguntar en democracia a la población no es malo. Y con ese nefando partido de pordioseros y zarrapastrosos no se puede pactar. Estamos pues con la España Imperial de siempre que ni aprende nada, ni olvida nada. Nada nuevo bajo el sol, Sra. Baronesa. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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