diciembre 16, 2016

Debajo de la Palmera: Existió la resistencia vasca

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El Lehendakari Aguirre murió en 1960 y ETA nació por esas fechas, de ahí que pareciera que del sesenta al setenta y cinco, año de la muerte de Franco, solo existió haciendo resistencia al franquismo ETA. Y no es así.

Un día de hace dos años, un grupo de gentes que  estuvimos comprometidos con la resistencia vasca al franquismo nos reunimos para tratar de recoger testimonios de gentes que habían dado con sus huesos en las cárceles del régimen, habían sido multados, habían recibido palizas de todo tipo y trabajado en el mantenimiento de la cultura,  euskera, el genio civil, organizando los Aberri Egunas, escuchando Radio Euskadi y haciendo lo que se podía. Si Resistencia es matar o secuestrar, toda esa gente no hizo Resistencia, pero si Resistencia es resistir, toda esa gente comprometida hizo la mejor Resistencia.

Y como comprobamos que de 1960 a l975 hay muy poco escrito le encargamos a un escritor que entrevistara a una serie de personas (muchísimas han fallecido) para que recogiera su testimonio. Confiamos que el mes que viene se presente este libro que consideramos un homenaje a dos generaciones.

La Resistencia Vasca se empezó a organizar con elementos que habían pasado las pruebas de la guerra, la cárcel y el exilio. La historia que sigue del movimiento de resistencia vasco concierne  a los vencidos en la guerra. Suele decirse que en la guerra y en la cárcel es donde mejor se conoce a los hombres, y esto podría ser verdad. Sobre todo cuando se pierde la guerra y cuando no se sabe si se saldrá de la cárcel en posición vertical u horizontal. Hubo elementos que se incorporaron a la Resistencia al regresar del exilio, pero en general se organizó aquélla con los elementos que se hallaban más a mano.

La Resistencia vasca colaboró con los aliados en la lucha contra el fascismo internacional por razones obvias. El fascismo internacional había sido agresor en la Península contra la República y contra los derechos del hombre vasco, y la dictadura totalitaria implantada en la Península era hechura suya. Lógicamente, si el fascismo internacional era derrotado en los campos de batalla de la segunda guerra mundial, su criatura franquista debía hundirse con él. Había, pues, que colaborar a la destrucción del fascismo internacional para destruir el régimen franquista. Esto explica la colaboración que decíamos antes.

Lo explica, pero no es esto todo. Los vascos habían aportado su ayuda material y moral a la victoria aliada en la primera guerra mundial y no podían menos que estar con los aliados en la segunda. Si el Kaiser no había inspirado simpatías en Euzkadi, menos las inspiraban Hitler y Mussolini. La colaboración de los vascos con los aliados no fue, por consiguiente, cálculo, sino simpatía por una causa democrática, convicción y necesidad. Se hizo lo que forzosamente había que hacer. La conducta a seguir estaba más que clara.

Como la Resistencia vasca ha tenido siempre una estructuración de compartimentos estancos, no es fácil que un hombre que haya pertenecido a ella escriba una historia general de la misma. Pero pueden bastar unos botones de muestra para que el lector se forme una idea aproximada de la acción clandestina vasca contra el franquismo. Ojalá este libro lo consiga.

Esta lucha, este empeño tenaz, este no ceder, no cejar, no dar el brazo a torcer; este perenne resistir contra toda «lógica», contra toda «evidencia», a costa de infinitos sinsabores y desengaños, sólo puede explicarse por la intervención de un fenómeno: la  terquedad vasca.


Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

 

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