febrero 21, 2017

El Interrogatorio: Maika Makovski

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r186_interrogatorioEl KARMA: De raíces macedonias, se maneja como pez en el agua en el folk y el rock. En 2016 publica Chinook Wind, su sexto álbum, más intimista y acústico que otros trabajos anteriores. Te caracterizas por ser una artista inconformista estilísticamente, a la que le gusta hacer cosas nuevas. Pensando en tu público, ¿sorprenderle con un sonido nuevo en cada disco es una ventaja o un riesgo?
Maika Makovski: Siempre pierdo algún fan acérrimo de disco a disco; un fan que siente que el lugar familiar que le proporcionaba mi música ya no existe. Lo entiendo; para mí la música también es algo muy importante como oyente. ¡De repente, bombardean tu ciudad, vuelves, y ya no tienes casa! Pero también creo que hay que dejar a las personas y a los artistas que jueguen, porque parte de que la música sea excitante es que la persona que la crea se divierta, como un niño. Y esa es la razón por la que mi música cambia, la necesidad de mantenerla sincera, entretenida y llena de misterios.

E.K.: En entrevistas te consideras una cantante de folk y lo combinas con rock. ¿Qué opinas de la omnipresente “fusión” o “mestizaje” musical? ¿Consideras que las variaciones son infinitas o crees que a veces se abusa de la alquimia de estilos?
M.M.: ¡Ay, Dios. Dije que era cantante de folk y se me ha vuelto en la contra. No me refería a que hiciera música de ese estilo, sino a que el folk tiene algo muy real y muy sincero, y es ajeno a esa manera glamourosa y pintona de concebir la profesión que tiene el pop, por ejemplo. El folk es un género que resuena en mí porque es la música por el placer de la música; la música por la necesidad de la música. El folk permite que todo el pueblo cante, no margina por clase social, ni siquiera por talento. Y a la vez, la gente se expresa en él con humildad porque es una herencia, no una invención personal. Mi música tendría que tener más ego (yo lo llamo “ego de pop”) porque es individualista, no recoge una tradición musical a pies juntillas. Pero tiene ego de folk, porque sí me siento heredera de una profesión, porque la he vivido desde abajo y porque nunca he visto a mi padre dedicarse a otra cosa que a cargar la furgoneta con sus instrumentos y dar conciertos noche tras noche.
De pequeña y siendo mi padre músico, estudié clásica. Pero en mi casa sonaban muchas cosas distintas y cuando llegué a la adolescencia me encontré con el rock. No fue hasta los veinte años, cuando descubrí el punk y me abrió la cabeza, que decidí electrificar mi guitarra. Y jamás pensé en que fuera una música menos digna, menos alta o menos culta. Jamás me planteé que las instituciones, los programadores y la prensa la vieran de otra manera. El rock, el punk, para mí fueron catárticos; jamás había oído una música tan liberadora como los Stooges y se me puso la piel de gallina escuchando a Turbonegro. Para mí había punk bueno y punk malo, como ocurre con la ópera, o el jazz, o el flamenco, o músicas que reciben mucho más respeto social por considerarse “cultas”. Es una tremenda injusticia, y una gilipollez, si me permitís que sea un poco burda. Y me he dado cuenta ahora que estoy girando con este formato, con el Quartet Brossa de cuerda, los vientos… Parece de repente que esté haciendo otra música, cuando lo único que ha cambiado han sido las formas que la rodean.

E.K.: Durante tu adolescencia cambiaste de país de residencia en repetidas ocasiones. ¿Crees que es necesaria esa “terapia inmersiva” para empaparse del eclecticismo musical? ¿Se puede hacer bluegrass o música coral bizantina de calidad sin haberse movido nunca de casa?
M.M.: Creo que hay gente más voluble y gente más “fija”; me da que yo hubiera sido una compositora ecléctica aunque no me hubiera movido de casa. Mi padre, sin ir más lejos, toca unos cuarenta, cuarenta y pico instrumentos, a cual más raro. ¡Si no es eso viajar! Creo que el arte permite soñar muy lejos sin necesidad de coger aviones. Me haces pensar en las hermanas Brönte. Tres chicas que vivían en casa de su padre en medio de la nada, que jamás vieron mundo y se dedicaban a escribir historias llenas de pasión para suplir esa vida tranquila y cotidiana. Hay quien dice que o vives, o creas. Que la gente aburrida hace obras de arte más apasionantes. Como cualquier máxima, es una patraña, porque de todo hay, pero a eso voy: de todo hay.

E.K.: ¿Tienes líneas rojas musicales? ¿Qué estilo crees que no tocarías nunca?
M.M.: Hay muchos estilos que no haría nunca “de manual”, pero a pesar de que creo que nunca haría un tema de heavy metal, me parece interesante coger un solo de tapping y meterlo donde jamás te lo hubieras imaginado, o una base de bakalao y descontextualizarla también… No pintaría un cuadro de Rubens porque ya está más que hecho, pero quizá haría un collage con las tres gracias.

E.K.: En esta época en la que ha descendido la venta de discos, ¿es un alivio estar bregada en tocar en directo?
M.M.: Por suerte nunca viví las vacas gordas, con lo que no las echo de menos. Y por suerte para mí tocar en directo le da sentido a esta profesión tan locatis. Lo adoro y me siento afortunada y en el cielo cuando me subo a un escenario.

E.K.: ¿Cuál crees que es mejor promoción para un cantante o una banda: 20 buenas críticas en revistas y blogs musicales o una cuña de 20 segundos en un anuncio en televisión (o una cabecera en una serie de éxito)?
M.M.: Pues me inclino por lo segundo, ¡aunque no sé si depende de la música que hagas!

E.K.: ¿Qué grupo o solista (existente o ya disuelto, histórico, recién llegado…) te gustaría que te teloneara?
M.M.: Qué difícil. Voy a decir Father John Misty porque me encanta verlo sobre el escenario; pero preferiría que tocara después para poder disfrutar del concierto de principio a fin.

E.K.: ¿Qué es lo último que haces antes de subir al escenario?
M.M.: Normalmente intento pasar al menos diez minutos tranquila, concentrada, porque si me dejo llevar por la adrenalina, empiezo a hacer bromas, a reír, a pellizcar a los músicos, y salgo al escenario sin saber muy bien dónde estoy. Y justo antes de salir juntamos manos, nos miramos y nos damos fuerza.

E.K.: ¿Y lo primero al bajar?
M.M.: Abrazarles.

E.K.: ¿Dónde disfrutas más tocando, en un garito o en un macrofestival?
M.M.: Un garito, sin dudarlo ni un poco. Los macrofestivales me parecen un horror; no tienen nada que ver con la música, aunque la utilicen como excusa.

E.K.: Grupos que escuches que no conozca nadie.
M.M.: Espero que alguien los conozca: Uncle John and Whitelock (desaparecidos ya). Mini Mansions, Aleksandar Sarievski, Clarence Ashley, Marika Ninou, Dead Moon…

E.K.: ¿Qué disco (propio o ajeno) no puedes dejar de escuchar?
M.M.: The Watson Family.

E.K.: Un consejo para la juventud.
M.M.: ¡Dadnos consejos porque no entendemos nada!

E.K.: Una frase para la historia.
M.M.: Tenerlo todo es no tener nada.

© humorenlared.com

 

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