Gora Euskadi: El terror de los pensionistas vivientes
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El periodismo que se considere así mismo serio y responsable debe permanecer alerta, cual aceitado surfista, mientras otea el horizonte desde la orilla de esta playa que es la actualidad. Las diferentes olas del devenir humano deben ser detectadas e identificadas cuando son una mera promesa burbujeante, una sutil ondulación en el agua, para poder cabalgarlas antes de que rompan. No es una tarea fácil, porque la prensa no sólo debe ser capaz de localizar la mencionada ola sino que, una vez coronada su cresta, tiene que mostrar a sus lectores la envergadura de esa onda cabalgada, que hay mucho ágrafo y mucho lector en diagonal que no alcanza a entender su gravedad (mucho menos la metáfora) hasta que el golpe de mar se lo lleva por delante haciéndole la lavadora. Dicho esto, la búsqueda incesante de tendencias noticiosas es una tarea infinita y tan pronto se disuelve una hay que andar descubriendo otra. Por eso el grupo Vocento, prevenido de que la pandemia se va desinflando poco a poco, y de que el culebrón de Rociíto no da ya mucho más de sí, está presto a apuntar, cual perdiguero de Burgos haciendo la muestra, a nuevas catástrofes que mantengan en tensión a sus fieles seguidores, no vayan a pensar que esto es Jauja y el peligro ha pasado. De este modo, el martes 15 de junio, el periódico El Correo, titula una información a triple columna «El número de pensionistas vascos crece el doble que el de cotizantes». Porque el diario no da puntada sin hilo. Parece querer decirnos que de la pandemia a lo mejor hemos librado, pero estamos a las puertas de otro apocalípsis, mucho más peligroso que la peor pesadilla de Lovecraft o de Zack Snyder. Nos previene contra el terror de los pensionistas vivientes.
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