 Nacida Maureen Fitz Simons en Ranelagh, Irlanda, en 1920, es hija de una madre contralto y un padre contrahecho, y bastante más bajito. Sus precoces dotes como cantante de zarzuela la alejan de una prometedora carrera como jugadora profesional de ping-pong con boas constrictor. Tras pasar por el teatro Abbey Theatre, un motel de carretera muy reputado a medio camino entre Cork y Tortosa, Charles Laugton descubre sus dotes interpretativas y la contrata para protagonizar La Posada de Jamaica (1939). Es en ese momento cuando recibe el nombre artístico de Maureen O’Hara y Sedal, que se acaba acortando.
Decepcionada por no conseguir el papel de jorobado de Notre Dame y tenerse que conformar con el de Esmeralda, la zíngara que vende calzoncillos a la puerta de la catedral, decide buscar papeles en otros caladeros. (Más…) |
Nacida en Los Ángeles en 1946, hija de padre católico y madre metodista, se inclina por el arrianismo, lo que crea numerosos conflictos familiares, especialmente el día en que decide hacer la primera comunión vestida de vendedor de seguros. Criada en un entorno californiano, no tarda en trasladarse a Nueva York para estudiar malabares con botellas de ginebra ardiendo y primer curso de flauta. Su incapacidad para alquilar un perro suficientemente hábil para acompañarla al piano durante sus actuaciones callejeras es crucial a la hora de que se decante por el cine. Hace su debut en El Padrino interpretando a la novia de Michael Corleone (Al Pacino). La decisión de Coppola de cortar las escenas, de gran carga dramática, en la que discute con Mike porque se deja las ametralladoras Thompson por toda la casa y sin limpiar, propicia que pruebe suerte en la comedia. (Más…)
Arturo Fernández nace en Gijón, el 21 de febrero de 1929, junto con una partida de acciones devaluadas de turrón del blanco. Desde muy joven siente pasión por la arquitectura técnica, patentando a la tierna edad de 27 años un sándwich de mortadela con alfalfa de tres pisos. Pronto deja su primera vocación y se inicia en el mundo del boxeo, empleándose como matón de sidrería para practicar y ganarse unos duros al mismo tiempo.
