A lo largo de los meses hemos visto diferentes fenómenos o situaciones en las que el individuo decidía, de forma más superficial o más profunda, temporal o crónica, total o parcial, evadirse de la realidad o dejar la realidad apartada a un plano secundario. Otro ejemplo de disociación entre la realidad (a menudo más mala que una noticia económica publicada en viernes, cargada de preocupación y responsabilidades) y la ficción (más maleable, gobernable y ajustable al estado de ánimo de la persona) es el establecimiento de vínculos emocionales con personas, objetos, paisajes o tradiciones que no existen o, al menos, no interactúan con el individuo. (Más…)