abril 9, 2020

Grandes Mentiras: 04 – Hay que ser educados

La amabilidad está sobrevalorada. Es un invento de los poderes fácticos para convertir a la humanidad en una caterva de seres sumisos que hacen reverencias y se untan el bigote con parafina. He aquí unos cuantos ejemplos de por qué ser amable es una fea costumbre a desterrar de una vez por todas.

Nº 1. Supervivencia
Siempre nos recomiendan mantener las formas a la hora de entrar en un transporte público. Dejar salir antes de entrar y no escupir a los revisores. Sin embargo, si permitimos que salgan primero los pasajeros de los vagones siempre encontraremos una tropa de viajeros armados con paraguas que entrarán a codazos antes que nosotros y cogerán los mejores asientos.

Nº 2. Perdida de tiempo
Perdemos un tiempo valiosísimo pidiendo las cosas con amabilidad y dando las gracias. En el lapso que va desde que le pedimos “por favor” al pescatero dos kilos de sardinas del Kilimanjaro hasta que nos cobra, nos había dado tiempo a obligarle, a punta de martillo pilón, a que nos ponga el rodaballo bueno, y no ese que lleva en la boca un certificado de defunción de 1978.
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abril 8, 2020

Psico: Aclaradores

El modelo de sociedad en la que vivimos es muy competitiva. En él se potencia el éxito por encima de todas las cosas, bien sea en el plano profesional, amoroso, deportivo o en la categoría de embotamiento de alcachofas en almíbar. Esto genera que algunos individuos traten de disimular su incapacidad para desarrollar algunas funciones, su ignorancia o su pereza estructural limitándose a subrayar lo que dicen los demás. “Son los sujetos aclaradores”, explica el doctor en psiquiatría veterinaria Klaus Von Ifhacio. “Lo único que hacen es repetir lo que dicen otros sujetos, clasificados por ellos como líderes de opinión. Si el líder dice “Esto es verde” el aclarador dice “El color de este objeto que tenéis ahí es de un color. No es rojo, no señores. No es azul, qué más quisiera, ni siquiera naranja. Es del color de las ranas y los pepinos. Es verde, veis, verde…» (Más…)

abril 7, 2020

El Final Perdido: Marcelino pan y vino

Cuando el director austro-húngaro Ladislao Vajda se encuentra escribiendo el guión de su película Marcelino Pan y Vino, a partir de la novela de José María Sánchez Silva, cae en la cuenta de que la historia era muy poco comercial. El cine religioso hace furor en la España de los años 50, pero la competencia es feroz. Por eso decide darle un giro al argumento original, dejar aflorar su libertad creativa e introducir elementos de cosecha propia. Para empezar, el bebé Marcelino sería entregado en adopción a los monjes franciscanos del film por un siniestro personaje, ataviado con una túnica negra, un crucifijo invertido y una estrella de cinco puntas tatuada en la nalga izquierda.
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