Tras los acontecimientos de las dos primeras entregas de la saga, ni los efectivos con superpoderes de la Agencia ni los criminales de la organización Terra Nova se han repartido suficiente estopa mutuamente y vuelven a las andadas. Esta vez es la ciudad de New Providence la que debe ser depurada de malhechores, cuarteles generales enemigos y jefes de zona. Bien con habilidades especiales o con la ametralladora de toda la vida. Muerte y destrucción para relajarse.

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Este juego viene a ser a los juegos de sigilo en 3D lo que Mark of the Ninja fue para los de 2D de scroll lateral. Manejamos a un ninja con poderes sobrenaturales que puede teletransportarse entre sombras, apiolando enemigos sin ser detectado y recopilando pergaminos, para pasar al siguiente nivel. Entonces se repite el ciclo, con flashbacks, y atormentados diálogos para aligerar la carnicería. Por una vez, las sombras ejercen el rol positivo frente a la cruel luz. Que se lo digan a los albinos.

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Polémica servida. Para algunos se trata de un vergonzante mod de Far Cry 5 que repite localizaciones, ahora con más roña. Para otros, somos testigos de un retruécano genial que continúa el desasosegante final de la entrega anterior. Trampantojo o no, el juego nos sitúa después de la hecatombe nuclear anunciada por la incomprendida secta a la que nos habíamos dedicado a acribillar. Esta vez el panorama es más postapocalíptico y, obviamente, está lleno de matones con estética postpunk.

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