El séptimo álbum de estudio de la pareja de pop electrónico por excelencia continúa esa línea que les caracteriza. A Alison y Will lo mismo les da por el intimismo oscuro, generando en el oyente un deseo irrefrenable de no desear nada sino tumbarse en la cama mirando el techo, que por marcarse hitazos bailables y poner al personal a danzar como descosidos. Si bien no es un disco arriesgado, y transita por caminos ya conocidos, no flojea (lo que tiene mérito en una carrera de 18 años). Para escuchar Anymore en bucle.

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Es la guitarra oficial de Euskal Herria. Colaborador de lujo en trabajos de artistas como Mikel Erentxun, Atom Rhumba o Nacho Vegas, el navarro lanza nuevo disco en el que se suelta el pelo y da rienda suelta a filias y fobias personales. Tira por la senda de la atmósfera y la experimentación en un tour de force de estilo en el que se arriesga a no gustar a todo el mundo. A lo largo de nueve temas coquetea con la vanguardia mientras se inspira de las vistas rurales de su estudio de grabación de Vera de Bidasoa.
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Metallica continúa reconstituyendo la fe de los fans descarriados, esos que les acusaban de hacerse comerciales y que volvían a ver la luz con Death Magnetic. Su nuevo álbum no es perfecto. Es demasiado largo y no puede mantener el nivel a lo largo de casi una hora y media de disco doble. Sin embargo, la banda de Ulrich, Hetfield y Hammett (venga, Trujillo, que también te queremos), que ya no es, asumámoslo, la del Kill ‘Em All o el Master of Puppets, se adapta a la nueva idiosincrasia (una vez más) con poderío. Como los grandes.

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