Cualquier atisbo de candor que pueda despertar el hecho de que un levantador de halterofilia protagonice la portada de un disco bautizado Muy fuerte desaparece tan pronto como comienzan a oírse las guitarras de Enemigos todos, la oda nihilista que inaugura el nuevo disco de Tiparrakers. Y a partir de ahí, la cosa va a más. Punk rock en estado puro, regreso a las esencias. De Mundo raro a Encapsulado. De Sangre y mierda a Leche de burra. Vitriolo en las letras y decibelios pasados de vueltas en todo lo demás. Coherencia destroyer en cada pista. Rápido y limpio. A quien no se le vayan los pies con el estribillo de Crimen organizado es que no tiene sangre en las venas.

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Ian Parton lo ha vuelto hacer. A pesar de que parecía que la banda decía adiós tras la publicación de Rolling Blackouts en 2011, el grupo cabalga de nuevo como el Cid en Valencia. Muchos no le perdonan a Parton que Ninja desaparezca de la formación, y que el sonido de los británicos haya abandonado paulatinamente los vientos hiperbólicos y los aires funkies, pero lo que resulta innegable es que, como se adelanta en la primera frase, el de Brighton ha vuelto a crear un disco adictivo que no puede dejar de escucharse una y otra vez. Y cuando no lo estamos escuchando se repite en nuestra cabeza. Venenoso. Para bien.

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Existe una incómoda tierra de nadie, a medio camino entre el pop mainstream de Lady Gaga y el indie carpetovetónico de una Tori Amos. Ese territorio es el que habita Marina Diamandis, la cabeza pensante detrás de Marina and the Diamonds. Aunque su segundo álbum, Electra Herat, subió al podio del éxito comercial, este último disco es el heredero natural de su debut. Y si bien se ha perdido el factor sorpresa, temas como Happy o Froot hacen que el fan recupere la fe en la galesa y pueda escuchar el disco en público sin sentirse culpable por guilty pleasures como aquel Bubblegum bitch. Nos hacemos mayores.

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