A lo largo de los meses hemos visto diferentes fenómenos o situaciones en las que el individuo decidía, de forma más superficial o más profunda, temporal o crónica, total o parcial, evadirse de la realidad o dejar la realidad apartada a un plano secundario. Otro ejemplo de disociación entre la realidad (a menudo más mala que una noticia económica publicada en viernes, cargada de preocupación y responsabilidades) y la ficción (más maleable, gobernable y ajustable al estado de ánimo de la persona) es el establecimiento de vínculos emocionales con personas, objetos, paisajes o tradiciones que no existen o, al menos, no interactúan con el individuo. No me refiero a las galerías de porno en Internet ni a los altares que algunas quinceañeras le construyen en secreto al Fary en su cuarto. Podrían ser ejemplos acertados, pero me centraré en el vínculo que ciertos sujetos tienen con personajes de videojuegos, de libros (cada vez menos) o de películas y series de televisión, así como con el entorno afectivo, laboral, temporal y geográfico de dichos personajes. (Más…) |