THE WITCHER 3: WILD HUNT
Warner / Namco
XBox One

Los sandbox dominan La Tierra. Son la especie hegemónica que se encuentra en la cúspide de la pirámide del hábitat de los videojuegos. Pero no todos son iguales, claro. Y ante cierta sobredosis de gangsters, mafias, policías renegados, persecuciones en coche y ensaladas de tiros con mortero en escabeche, se agradece que la esperadísima (y es quedarse corto) tercera entrega de la saga The Witcher haya adoptado el formato de mundo abierto. El episodio anterior dejó el listón tan alto que el fan medio saliva solo de pensar en el juego que dan las dos espadas de Geralt de Rivia, brujo y cazador de monstruos, que lo mismo trabaja por cuenta propia que como falso autónomo para el Imperio Nilfgaard.

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WOLFENSTEIN: THE OLD BLOOD
MachineGames / Bethesda
PC

El agente Blazkowicz no gana para disgustos. Él que creía que el tono realista distópico (a lo El Hombre en el Castillo) de Wolfenstein: The New Order le había librado de una vez por todas de las tramas paranormales en las que nazis ocultistas trataban de dominar el mundo, y ahora va y llega la precuela de marras. The Old Blood nos sitúa algún tiempo antes de la misión que inicia el juego anterior. Corre 1946 y el Eje gana la guerra. Como los aliados tienen más moral que el Alcoyano, envían al americano para desbaratar los planes nazis. Pero cuando los tipos de la esvástica se alían con fuerzas sobrenaturales, el cipostio ya está montado.

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RIDE
Milestone / Bandai
PS4

Como no todo en esta vida va a ser masacrar a villanos que no tienen otra cosa que hacer que ralentizar nuestro avance en el juego (o simplemente incordiar), Milestone lanza un nuevo juego de conducción de motocicletas. Aunque caerse de la moto a 300 km/h puede provocar efectos similares a cualquier arma pesada de Borderlands. Ride sigue mecánica de juego de F1 2014 y nos pone en la piel de los corredores de competiciones reales de World Rally Championship, MotoGP y SBK. Solo que sin necesidad de tantas horas de entrenamiento y sin que nos tengamos que jugar el culo. Esta vez nuestro enemigo es el cronómetro, mucho menos agresivo que un zombie nazi pero igual de inexorable.

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