En la adolescencia pensaba que los libros daban más satisfacciones que los seres humanos. Luego durante años dejé esa convicción a un lado. Ahora he revisado mis principios y, además de los libros, incluyo perros y plantas en la categoría confiable. Y también el chocolate, el queso y las series de Netflix.
De niña me atraían los tomos voluminosos. Eran muy útiles para apilarlos y llegar a la alacena. Después me entretenía con las ilustraciones del diccionario enciclopédico o las láminas de La Odisea.
Más tarde llegó un poema de Kavafis. Los versos de Ítaca vinieron a confirmar, cuando más falta me hacía, que lo importante era el viaje, no el destino. Ahora esa idea me parece algo muy manido, pero en su día aquel poema era para mí lo más de lo más. Sobre todo, porque me daba una excusa para no hacer planes a largo plazo ni preocuparme por el futuro. (Más…)
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