Algunos lugares tienen la novela hecha. Lo juro. Vas allí, te paseas un rato, miras acá y allá, dejas volar la imaginación y listo. Bueno, luego hay que sentarse y permanecer meses o años escribiendo y corrigiendo, pero eso es un detalle sin importancia. El caso es que cuando paré en Eaux-Chaudes, un balneario de mediados del XIX en el Pirineo francés, tomé un buen baño de emociones estéticas. Su capacidad de evocación es tal, que durante un rato me sentí capaz de escribir La montaña mágica. Siempre y cuando, claro está, Thomas Mann no lo hubiera hecho antes. De cualquier modo, el balneario de Eaux-Chaudes es la quintaesencia de la decadencia con solera, lograda con el paso del tiempo, sin prisa y sin pausa, con su abandono inconcluso, sus soledades, sus desconchados a medias, sus azulejos resquebrajados, sus nobles escalinatas pobladas de helechos. (Más…)
|