Cómo se hace: ¿Cómo se fabrican las pilas?
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La pila eléctrica, también conocida como celda galvánica debido a que Volta, antes de dedicarse a experimentar con electrolitos y trozos de carbón se dedicó a investigar los efectos de la galbana entre la población reclusa, permitió desde principios del siglo XIX que los mandos a distancia tuvieran sentido. El mecanismo de la pila voltaica es muy sencillo. Dos electrodos, uno positivo (ánodo u optimista) y otro negativo (cátodo o apocalíptico) se sumergen en una solución conductora de la electricidad (electrolito), que puede ser agua, salmuera o escabeche caducado. Como el electrolito es conductor de iones (carné D1) a pesar de que le gusta un poco soplar, cuando los electrodos reaccionan con el electrolito, que es muy sensible y se le provoca enseguida con solo mentar a su madre, en el ánodo se producen electrones (oxidación, como en el zumo de naranja o en los tornillos de tu tabla de abdominales) y en el cátodo defecto de electrones (reducción, como los salarios, posteriormente al proceso de congelación y previamente al proceso de volatilización). |
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La goma de mascar es uno de los inventos más absurdos del hombre en lo que a I+D gastronómico se refiere. Aunque existen evidencias de su consumo en la antigua Grecia, se establece su origen en Méjico, Centro América y la Sudamérica Tropical (la otra es más de caramelos de Tafalla). Los pueblos amerindios masticaban savia del árbol Manilkara zapota, de sabor dulce y aromático, que gustaba mucho a los niños aunque solo podían consumirla de postre si se habían comido todo el jaguar. El consumo de los chicles (llamado tzictli por los mayas, que tenían un talento innato para el naming) se volvió muy popular a partir de que se perfeccionase el proceso de extracción de la savia, ya que hasta ese momento cuando al consumidor le entraban ganas de chicle lo que hacía era morder directamente la corteza del árbol (posible origen de la mala fama que la goma de mascar siempre ha tenido entre los dentistas). La llegada de los españoles a América contribuyó a popularizar el consumo de chicles en Occidente, pero no sería hasta bien entrado el siglo XIX que su venta se hizo masiva a partir de la comercialización de la patente del listo de William F. Semple en 1869. 
