Podían ser de Biloxi, o de Memphis, o de Duluth, Minnsesota, como Bob Dylan, pero no. Son de Colmenar Viejo. Forjados en las calles, los músicos de esta banda despliegan un gusto exquisito por el folk, blues, bluegrass, rock and roll y otras músicas del mundo. Sus armas son sencillas. Sus voces y una colección de sonidos acústicos que van desde el ukelele a la clásica guitarra acústica, pasando por el banjo, armónica, melódicas, washboard, flauta irlandesa o, no podía faltar, el cajón flamenco. Las diez canciones de su nuevo disco son una delicia ecléctica y multidisciplinar, con un packaging de lujazo.

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Se supone que los daltónicos confunden los colores. Será por eso que los hermanos Gómez Oneto, que fundaron este ya mítico grupo, allá por 1991, nunca se casaron con un estilo único. A lo largo de más de 20 años han coqueteado con el power pop, el punk pop, lo acústico, lo eléctrico, Goscinny y Morris. Ahora llega Revolución, un automenaje de los de San Fernando, que desde que abandonaran el nido de Dro han ido haciendo carrera a través de la autogestión. Ellos se lo guisan y nosotros nos lo comemos hasta reventar. Eclecticismo marca de la casa que abarca todo el espectro musical de estos pioneros del indie. Y eso que, según ellos, Lo mejor está por llegar.

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