La banda liderada por el guitarrista Victor de Andrés y el vocalista Rown Houland se pone de largo con este álbum debut que corrige y amplia su EP digital con el que abrieron boca. La banda se erige como deudora del sonido rockero que hizo furor en los 80 (se dice que suenan a Skid Row si Zakk Wylde hubiera tenido más peso compositivo) pero con una irreverencia y un macarrismo actualizados. Recuperan esa buena costumbre de abrir y cerrar los discos con un tema melódico que eterniza en el outro las pinceladas de la intro.

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A veces, cuando una pareja parte peras, sus componentes inician un distanciamiento paulatino, a menudo irreversible. Pero en ocasiones, las circunstancias de la vida (dichosa hipoteca) obligan a mantener la entente con gran pesar y resignación. Si ese es el motivo, seguir haciendo giras y cobrando por ello, que ha llevado a los franceses Jean-Philippe Freu y Patou Carrié a lanzar nuevo trabajo, bienvenido sea. Su disco, sin ser perfecto, se agradece después de 8 años de sequía creativa. Más hits para añadir al electrorock galo.

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Primer trabajo de un colectivo que ya tenía callo en esto de hacer canciones y agitar mentes, corazones y botes de spray de antes del debut discográfico. El sello de fábrica de la banda es que, en medio del marasmo de grupos de hip hop que marcan el salto generacional de la melomanía popular, sus letras no hablan de mala vida, malas calles y trapicheos varios. Prefiere sumergirse en la cultura popular y la rutina de unas vidas tal vez menos emocionantes que las de los protagonistas de The Wire. Chimo Bayo les avala. Y eso es mucho decir.

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