Mientras el cine vive el peor momento de su historia por culpa de los putos superhéroes, las secuelas, los remakes y la existencia de Dani Rovira, los videojuegos viven su mejor momento creativo. Cierto es que aquí también tenemos a EA, Activision y Ubisoft haciendo el equivalente a Disney y Michael Bay para disfrute los lectores de Hobby Consolas y fans de los youtubers, pero gracias a los desarrolladores independientes tenemos una gran variedad donde elegir. La maldita nostalgia nos impide muchas veces juzgar con claridad, como le pasa a Pdro Snchz con Felipe. Ahora, podemos disfrutar de una obra compleja sobre la inmigración como Papers, Please; una historia intimista como Gone Home; una auténtica investigación policial como Her Story; una bella reflexión sobre la vida como Journey; un profundo rompecabezas como Braid; o un arcade de acción infinito y perfecto como Nuclear Throne.
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Hace varios años ya hablé aquí de una incipiente y peligrosa tendencia que empezaba a extenderse para nuestra desgracia, como los pantalones cagaos, pero al final se ha acabado convirtiendo en la norma: en apenas un lustro hemos pasado de estudios que metían modo multijugador a martillazos en sus juegos, aunque no encajaran para nada con su tono y ambientación (como Dead Space 2 o Bio-Shock 2), para llegar así a ese multitudinario público de los niños-rata los compraran, a lanzar títulos directamente sin campaña.
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En octubre, Payday 2 añadió un nuevo elemento al juego mediante una actualización, con el muy ilustrativo nombre de Black Market. Entre otros cambios, trajo consigo un nuevo sistema de micropagos para favorecer a los usuarios que compraran con dinero real ciertas herramientas en el juego. En mayo de 2013, tres meses antes de que el juego saliera a la venta, Almir Listo, productor del juego había declarado: “Hemos dejado claro que Payday 2 no tendrá microtransacciones en absoluto (vergüenza para ti si creías otra cosa)”.
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