Cuarto disco de estudio de los neoyorquinos, a mayor gloria de Ezra Koenig, alma creativa del álbum, que trata de dotarlo de profundidad y trascendencia desde su punto de vista de chico bien con inquietudes que se preocupa por el mundo que le rodea. La banda no abandona el africanismo Paul Simon lover, aunque evoluciona hacia otros territorios. 18 pistas dan para mucho. Un canto al amor, al entendimiento entre civilizaciones y a los compradores de discos.

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Los de Donosti han titulado a su disco así aunque lo mismo podían haberlo llamado RockIzar. Aunque más que rock lo que les va es la psicodelia y un stoner que se te mete en los huesos como un reuma mal curado. Pero en bien. Un tercer trabajo que equilibra voces e instrumentos, sin desdeñar experimentos sonoros como los reverb en vivo (pozo mediante) y la inclusión de gongs. Con colaboraciones excelsas porque solo sí puedes, pero con amigos, mejor.

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