Primer trabajo de un colectivo que ya tenía callo en esto de hacer canciones y agitar mentes, corazones y botes de spray de antes del debut discográfico. El sello de fábrica de la banda es que, en medio del marasmo de grupos de hip hop que marcan el salto generacional de la melomanía popular, sus letras no hablan de mala vida, malas calles y trapicheos varios. Prefiere sumergirse en la cultura popular y la rutina de unas vidas tal vez menos emocionantes que las de los protagonistas de The Wire. Chimo Bayo les avala. Y eso es mucho decir.

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La banda liderada por el surfista renacentista, John Franks, apuesta por el cambio. Para este nuevo trabajo, el grupo, que navega entre el Reino Unido y Sopelana, ha decidido abandonar su zona de confort y sustituir el folk y el rock de sus guitarras, sello de sus anteriores discos, por un sonido más electrónico. Una tarea difícil que buscaba sorprender a propios y captar a extraños sin ser abandonados por los puristas en el intento. A pesar del título del álbum, cuando se lleva 10 años en el negocio los éxitos no surgen por casualidad.

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