marzo 4, 2010

El Final Perdido: Casablanca

El guión de Casablanca, hecho a salto de mata por los gemelos Epstein, Howard Koch y un equipo de bonobos alcohólicos subcontratados por Warner, sufrió más cambios que la estructura ósea de Cher con un torno de fresador. Su final sí que iba a ser épico.

A falta de pocos días para que terminase el rodaje, Michael Curtiz, su director, solicitó a los guionistas un desenlace para el film.
Julius y Philip Epstein, que hasta entonces creían que de eso se encargarían los bonobos, sacaron a Koch de la pulpería soriana en la que solía desayunar a las tres de la tarde. Comenzaron a pergeñar un final impactante.

Koch propuso una invasión de extraterrestres comunistas que invadían Marruecos, pero los Epstein le dijeron que se repetía. Doce botellas de albariño y cuatro anónimos amenazantes del departamento de contabilidad de la productora después, tenían varias cuartillas. La historia se resolvía con Rick e Ilsa en el aeropuerto. El hostelero le pedía a la sueca que no le abandonara por el tontolaba de Laszlo, que convertiría el bar en una franquicia de hamburgueserías y que él actuaría de imitador de Sara Montiel durante los fines de semana. Ilsa respondería un mítico “Siempre nos quedará parir”. La pareja entregaba a Laszlo a la Gestapo, reformaba el garito con la recompensa, adoptaba al oficial Renault y tenía descendencia. Ilsa seguía viéndose con el resto de camaradas de Rick’s, especialmente con Sam. La película finalizaba cuando Rick entraba en la bañera con una caja de cuchillas de afeitar musitando “ya sabía yo que si no cogía ese avión acabaría arrepintiéndome…”.

Entusiasmado, el equipo de guionistas entregó el manuscrito, aún manchado de grasa de quisquillón, a Curtiz. Para su desazón, los Epstein estaban en lo cierto y, por contrato, del final se encargaban los bonobos.

Aitor Batuecas © humorenlared.com

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