Juego de Niños: Mordaza
En cuanto una criatura aprende a coger un lápiz y alcanza una hoja de papel, parece que todo el mundo se ve en la obligación de hacer dos cosas. Una, exclamar “qué bonitoooo”. Dos, preguntarle con insistencia qué ha querido dibujar, para luego enseñarle a hacerlo mejor. A mí me rechina en los oídos el tono artificial de las alabanzas, en las que a veces se puede captar un punto de ironía. Al mismo tiempo me sorprende esa obsesión por dar un sentido a los trazos infantiles. ¿Por qué no se les deja simplemente jugar a pintar? Es fascinante sólo acompañarles y asistirles: otra hoja en blanco, un asiento cómodo, una buena superficie en la que desarrollar su juego… La mirada libre de juicios, anticipaciones y para qués. Tan sólo presencia y calma. Junto a los “qué bonitooo” y las correcciones, vendrán los cuadernos para colorear. Hay que aprender desde muy pequeños a no pasarse de la raya. A no salirse del dibujo, quiero decir. Y cuando pisen las aulas, más de lo mismo. Siempre dirigidos y calificados, todos a pintar dentro de un círculo, a unir líneas de puntos, a hacer un dibujo libre “sobre un tema” o un dibujo-regalo para la familia. Así se van olvidando de lo que querían pintar. Del juego al que querían jugar. De lo que necesitaban expresar. Sutil mordaza. Una más. Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com |
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