Ahora que se ha estrenado la película, es imprescindible acudir a la fuente original. Para poder captar los matices y opinar al respecto. Kick-Ass, el cómic metalingüístico guionizado por Mark Millar y dibujado por John Romita Jr. no deja indiferente. ¿Qué pasaría si a un adolescente le diera por vestirse y actuar como un superhéroe sin superpoderes?

Es de lo que trata este cómic irreverente, vertebrado en torno a tres elementos muy claros: multireferencias al universo superheróico de los últimos 70 años, alusiones continuas a las plataformas mediáticas que hacen popular a la gente (youtube, myspace, eBay, Google…) y gore. Mucho gore.

Dave Lizewski es un adolescente con una anodina vida de adolescente.
No es el más gracioso de clase, ni el más freak (sus amigos le sacan ventaja), ni el más malote, ni el que peores notas saca, ni un lumbrer, precisamente. Su afición a los comics le lleva a preguntarse por qué a nadie la he dado todavía por enfundarse leotardos y patear las calles y azoteas en busca de villanos a los que impartir disciplina superheróica. Así que el muchacho se compra un traje de buceador en internet (prescinde de las bombonas de oxígeno por una cuestión de estética y manejabilidad) y comienza a recorrer la ciudad.

En su primera incursión recibe más palos de los que hay en un concierto de txalaparta. Después de varios meses ingresado en el hospital, como nadie escarmienta en cabeza ajena y a veces ni en la propia, vuelve a las andadas. Y entonces sí. Sus videos invaden la red y su iniciativa se convierte en moda. Lo malo es que a la mafia local no le hace ni puñetera gracia.

El cómic está repleto de personajes peculiares, como el de Hit-Girl, ese cruce entre Rambo y las Polly Pockets, ha levantado ampollas.