El Final Perdido: Los Puentes de Madison
Cuando Richard LaGravenese se puso delante de la novela Los Puentes de Madison County, de Robert James Waller para escribir el guión de la película tuvo una subida de azúcar que casi lo lleva al otro barrio a pesar de no haber sufrido ningún tipo de variedad de diabetes en el pasado. Para evitar futuros sustos le propuso a su director, Clint Eastwood, cambiar el final. Y parte del principio. Y un poco lo de en medio. La versión de LaGravenese planteaba la hipótesis de que Robert Kinkaid (Eastwood), al igual que el marido de Francesca (Streep) había servido en el ejército americano durante la Segunda Guerra Mundial, sólo que en vez de en Italia, como el esposo, lo había hecho en el Sur del Pacífico. Esta circunstancia provocaba en la italiana una atracción irrefrenable hacia el fotógrafo de National Geographic que involucraba sesiones de fotos guarras, látigos, cera derretida y arneses de cuero. Hacia la mitad de la historia se revelaría que Kinkaid, acuciado por un trauma de guerra, habría vuelto de Birmania con una fiebre irreprimible por volar puentes. Francesca, harta de su vida de granjera en Iowa, le anima a demoler todos los puentes del Condado de Madison y sacar fotografías de las explosiones para montar una exposición en el MOMA de Nueva York. Un error en la colocación de las cargas y de los carretes en la cámara provoca que no sólo no se carguen ningún puente sino que la granja de Francesca quede desintegrada. Kinkaid se las pira para no verse involucrado y que no le penalice el seguro y Francesca acaba inventándose una historia que contar a su marido sobre una invasión soviética, que termina desmontada muchos años después cuando, tras su fallecimiento, sus hijos encuentran un diario con las instantáneas de las sesiones guarras. Aitor Batuecas © humorenlared.com |
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