Oreja a la Plancha: Antros de perdición
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Los menores no pueden entrar a salas de conciertos en multitud de lugares. Ay. ¿Qué habrá allí dentro tan horrible? ¿De qué hay que protegerlos hasta ese punto? No será del alcohol, al fin y al cabo pueden entrar en cualquier bar durante el día, y por la noche los botellones campan a sus anchas. A ver si va a ser la música misma, que produce daños irreversibles en lo que sería el cerebro… No, que siempre la pueden escuchar enlatada, y les va a hacer el mismo mal. El volumen… No podrían ir tampoco al fúrgol, por ejemplo. Las drogas… Tampoco; cuánto chaval viene de casa ya con el tripi incorporado de serie. Se va a agarrar el mismo cebollón dentro que fuera. Hum… a lo mejor es a nosotros, los viejunos, a quienes tratan de proteger en el fondo. No sé. En fin, yo no tuve esa desgracia en su día, pero si no hubiera podido ver a los grupos que me moría por ver, a estas alturas estaría más perjudicado todavía, que ya es decir. Señores legisladores, dejen pasar a todo el mundo, igual que en los museos, igual que en la piscina municipal. ¿Tienen idea del daño que están haciendo a los chavales, a los músicos y a los taberneros? Son ustedes tontos de lo que sería el culo. Juan Abarca © humorenlared.com |
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