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Hay muchas cosas que uno no desea que pasen la mañana después de una noche de borrachera. Como que el vecino de arriba ponga la música a tope, o que un camión del servicio de limpieza se ponga a sacar brillo a la calle a golpe de manguerazo. No es muy divertido padecerlas con una resaca terrible. Imaginemos que, además de todo lo anterior, una avanzadilla de un ejército extraterrestre se dedica a destruir la ciudad. Es lo que les sucede a Terry, Jarrod y Elaine, los personajes principales de Skyline, película dirigida por Colin y Greg Strause (los culpables de Alien Vs. Predator II). Rodada al estilo de Monstruoso, como si de las tomas de un videoaficionado se tratara, la película relata la invasión alienígena del planeta (en concreto de la ciudad de Los Ángeles, que no gana para disgustos) y el intento de sus protagonistas de sobrevivir a la refriega.
Todo en medio de un dolor de cabeza espantoso y la sensación de tener una licuadora en lugar de estómago. El film es un festival de luces azules, gente absorbida por los rayos tractores de las naves nodrizas, que parecen diseñadas por Rowenta, naves de reconocimiento con aire vaginal y ciudadanos que no hacen otra cosa que correr despavoridos sin orden ni concierto. Si algún día La Tierra es invadida por seres de otros planetas y los ejércitos terrícolas se quedan en pañales no será por no haber podido estudiar simulaciones.
Horacio Sandoval © humorenlared.com
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