febrero 27, 2011

Debajo de la Palmera: La oveja desteñida

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Una de las asignaturas pendientes que tiene el cine vasco es haber hecho una película sobre el Lehendakari Aguirre y, más concretamente, sobre su fuga, vía Berlín cuyo guión podría ser el libro de José Antonio De Gernika a Nueva York pasando por Berlín. En su día José Julián Baquedano lo intentó y creo que hasta Bernardo Atxaga escribió un guión, pero ahí sigue, empantanado un buen y necesario tema.
No lo han considerado así EITB ni TVE que, lógicamente le dedica todo su amor a uno de los suyos. A Mario Onaindia, pero no en su etapa de miembro de ETA, sino aquella en que ve la luz y donde “dije digo, digo Diego”.
Siete semanas de rodaje, pero la base de operaciones estará en Bilbao donde se rodó hace unos días la escena más importante para los promotores de la historia que es cuando en septiembre de 1980 se refleja un momento importante de Mario Onaindia en la que decidió hacer frente a los polimilis e intentar convencerles de dejar las armas. Eso dicen. Y lo hizo con tal énfasis que acaba en el Foro de Ermua y escribiendo novelas como senador del PSOE. De oveja negra a oveja desteñida.
Mario Onaindia fue uno de los 16 procesados en el famosos Juicio de Burgos para ser posteriormente condenado a muerte por haber participado en el asesinato de aquel torturador llamado Melitón Manzanas. Aquella acción que fue todo un salto cualitativo de aquella incipiente ETA de los años sesenta.
Aquel franquismo exhausto quiso poner a ETA en el banquillo y lo que logró fue que pusieran al régimen sentado en el mismo asiento y con toda la opinión pública internacional en contra. Esto se logró gracias a que el juicio fue a puerta abierta y con corresponsales extranjeros informando desde la Sala hecho que lo lograron el Lehendakari Leizaola, que vivía en su exilio en París y su vicepresidente, Joseba Rezola, miembros activos de la Democracia Cristiana Internacional con aldabas en el Vaticano. El juicio iba a ser a puerta cerrada, habida cuenta que había dos sacerdotes acusados, pero gracias a esta intervención, lo fue a puerta abierta logrando que el clamor internacional, moviera a una pétrea dictadura para conmutar la misma por cadena perpetua.
En Venezuela removimos Roma con Santiago llegando a realizar varias manifestaciones frente al consulado español en la calle Real de Sabana Grande y ante la residencia del embajador. Hablamos con los sindicatos portuarios que gracias a esta iniciativa se negaron a descargar los fletes de los barcos españoles, organizamos un acto público en el Centro Vasco de Caracas con presencia de todos los partidos del arco parlamentario venezolano y vasco, y dimos mucha información de lo que estaba aconteciendo en todas partes del mundo.
Y mientras esto ocurría fuera de Euzkadi, el PNV en el interior iba casa por casa de cada uno de los condenados hablando con las familias para que les dieran alguna fotografía de sus hijos encarcelados. Con todas ellas hizo una colección y entregó copias a los corresponsales extranjeros de las agencias Ansa, Reuters, France Press, y los periódicos Le Monde, The Times y algunos más. A Venezuela nos llegaron estas fotografías e hicimos en 24 horas un número especial de la revista clandestina Gudari enviando miles de ellas al llamado «Interior” mientras el fotolito lo remitimos a San Juan de Luz para que allí se hicieran las correspondientes copias y se pasaran por contrabandistas y distribuyeran.
Afortunadamente la decrepitud del dictador y la debilidad de la dictadura así como la fuerza de la protesta internacional logró salvarles la vida y con el tiempo, Mario Onaindia fue elegido parlamentario por Euzkadiko Ezkerra del recién creado Parlamento Vasco. Allí coincidí con él. De sus intervenciones solo recuerdo su constante y ácida crítica al PNV, a los jesuitas y a la Iglesia en general. Era toda una obsesión.
En 1980 y para ese Parlamento fue elegido también D. Jesús María de Leizaola, el viejo Lehendakari del exilio, que encabezó la lista del PNV por Bizkaia al Parlamento Vasco. El viejo político tuvo una actitud muy valiente cuando los obreros de Nervacero nos encerraron, no dejándonos salir, de la Diputación de Bizkaia, lugar donde provisionalmente funcionaba aquella incipiente institución.
Bueno pues con todos aquellos recuerdos del Juicio de Burgos y de Kili Kili y tras una de las muchas descalificaciones que cada cierto tiempo nos hacía, mi compañero José Juan González de Txabarri y yo le invitamos a cenar una noche en el Hotel Palace para refutarle y contarle muchas de estas cosas que no sabía. Recuerdo que tenía un apetito feroz y que repetía los platos de una cena que además pagué yo y que salimos de aquel encuentro, por lo menos, con la satisfacción de que nos oyera y diera él también sus razones. Al poco falleció.
Y es que solía decir que no se contrata un mariachi para que no cante rancheras, es decir, no se le podía invitar a dar una conferencia para que no criticara obsesivamente al PNV y a los jesuitas con una fijación digna de mejor causa.
Mario Onaindia pasó de ser miembro de ETA a ser el converso constitucional más furibundo. En la reciente presentación de la Fundación Onaindia en el Senado, Pepe Fusi, Lertxundi, Pradera, y todos sus amigos hablaron de la magnífica evolución que había protagonizado dejando de lado los “detalles”, como el hecho de que había participado en una reunión en la que se había decidido matar a una persona, había formado parte de ETA o lo que nos había dicho en octubre de 1978, cuando organizábamos la primera gran manifestación contra ETA que nos dejáramos de zarandajas que lo importante era tener un estatuto de autonomía después de decir NO a la Constitución española.
A pesar de lo que se dice no fue él quien inició la negociación con Rosón para la desaparición de los poli milis, sino Retolaza, pero a raíz de aquello pasó del No a la Constitución a un sospechoso SÍ constitucional, a un furibundo patriotismo a prueba de todo para terminar sus días como teórico del post nacionalismo con Jauregui y su grupo, que como la generación del 65, coincidieron en el tiempo en abjurar de todo su pasado para no ser extraños en Madrid. Y lo lograron. Hoy siguen siendo referencia imprescindible de esa época.
Con la sutileza de un pájaro carpintero, con Jon Juaristi y Patxo Unzueta, formando cuadrilla, pasó de la parálisis por el análisis de Arias Salgado, a la facción más acabada para desmontar los “mitos de Aitor». Fascinado por la gran España, nunca entendió en ésta época final que hubiera gentes que defendieran la pequeña Euzkadi. Y aunque acordamos aquella noche que nos invitaría él a comer para pagarnos la deuda por lo que trabajamos por salvar su vida durante el juicio de Burgos, se fue donde Pedro Botero sin pagarla.
Fue Mario Onaindia la oveja negra del abertzalismo, la mejor recibida en la Casa del Padre Prisa del patriotismo constitucional. Descanse en paz.
¿Saldrán las reuniones que este muchacho y Eduardo «Teo» Uriarte con Bandrés y algunos otros hacían en el convento de los padres palotinos en Carranza y en los sacramentinos en la que se firmaron varias sentencias de muerte o resultará que Onaindia es ahora un angelito que nunca quiso cargarse a nadie?
¿Habrá alguna reflexión sobre la influencia que tuvo en la persistencia de ETA alguna de las decisiones que tomó este grupo de genios, por ejemplo la división de ETA en frentes? Esa es, en mi opinión y en la de un personaje tan poco sospechoso de filonacionalista como Florencio Domínguez (tiene tesis publicada al respecto) la verdadera razón de la persistencia de ETA.
En fin. Que nos anuncian peli sobre Onaindia. La versión de cuando de oveja negra pasó a oveja blanca dentro del redil.

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

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