Juego de Niños: Todo un espectáculo (y II)
Pasillos y ventanales de las escuelas están forrados de cientos de dibujos. Idénticos, aunque coloreados de distinta manera. Osos panda, palomas de la paz o ballenas medio extintas. No faltan motivos. Toma el dibujo impreso y a pintar sin pasarse de la raya. Luego a colgarlos todos en una pared. Tanta variedad cromática de la misma plantilla y ya está: ¡arte pop, Warhol, vivan las sopas Campbell! Servida la pedantería. Existe un verdadero afán por calificar de “pequeños artistas” a las criaturas. Al menos, antaño había que dibujar según los modelos de las cartillas del parvulario, sin más pretensiones. Ahora, además de los cánones Disney presentes por doquier, se pretende ver en cada niño un Pablo Picasso, en cada niña una Frida Kahlo. Pero la escuela no deja lugar para el papel en blanco. El tiempo en blanco tampoco existe. Hay que cumplir programas. El tempo pausado de la genuina creatividad no cabe en la escuela. Como tampoco cabe la expresión placentera ajena al arte, ajena a juicios, modelos y antimodelos, expectativas y exposiciones. El juego de pintar se convierte en espectáculo. Entonces, deja de existir. Y en pocos años, casi todos dirán: yo no sé pintar. No soy un artista. Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com |
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