noviembre 6, 2011

Debajo de la Palmera: Desayuno con Bono

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La comisión Mixta Congreso-Senado de la Unión Europea la preside el presidente del Congreso que por pacto no escrito se la ofrece a un ex ministro o personalidad del principal partido de la oposición. En esta comisión he visto al frente de ella a Marcelino Oreja, José Borrell, Pedro Solbes, Ana de Palacio… hasta llegar a esta novena legislatura que la ha presidido Miguel Arias Cañete, un abogado del Estado que fue ministro de agricultura en el gobierno de Aznar y que preside en el Partido Popular la Comisión de Listas.
De ahí que el martes 20 de septiembre José Bono, presidente del congreso nos invitara a desayunar en el cuarto piso del edificio de ampliación, donde se encuentra el comedor de la casa. La antesala también se ocupa para estas funciones, antesala llena de retratos relacionados con la monarquía. Cuadro de Alfonso XII, cuadro del marido homosexual de la reina Isabel II, cuadro de la batalla de Almansa, medallón de Carlos III. Todo así, hasta el punto de que nada más llegar Bono me dijo: «Creía que no ibas a venir a esta antesala real». «Pues sí”, le dije, “para afearte que te vas sin haber llenado la casa de cuadros con líderes republicanos». «La semana que viene pongo en el Salón de los Pasos Perdidos un medallón dedicado a Azaña y otro a Suárez«. “¿Y a Niceto Alcalá Zamora, y a Companys y a Aguirre, y a Martínez Barrio. Bono sabe que seguiré demandando que se quiten los cuadros de los presidentes franquistas de las Cortes y de toda esa iconografía real.
Arias Cañete agradeció la invitación de Bono y destacó que la Comisión Mixta había elaborado ponencias de interés sobre la subsidiariedad, sobre Ceuta y Melilla, sobre la política agraria común y había sido la comisión que en toda la legislatura se había reunido más veces. Setenta y cinco frente a las veinticuatro de la anterior legislatura. Alabó que las votaciones hubieran sido hechas por unanimidad y el buen clima de consenso existente mejorado con los viajes semestrales a la Cosac, reunión de los 27 parlamentos europeos.
Soledad Becerril tomó la palabra para decir que se despedía de la política en Madrid y que era curioso ya que había empezado con Bono y terminaba con Bono habiéndose dado la circunstancia de que el atropello del 23 F les tocó a ellos al lado en la mesa de la Cámara y estando leyendo los nombres de los diputados antes de votar a Calvo Sotelo. Dijo también que ve con preocupación lo agria que se había vuelto la política y que tenía que decir que se debería cambiar el nombre de Congrego de los Diputados a Congreso de los Periodistas. Becerril  dijo que lo había pasado muy bien en la política y que en breve le vería a Bono salir por algún sitio. Bono agradeció las palabras y como es una fuente inagotable de vivencias y anécdotas comenzó a contar una tras otras diciéndonos que se iba porque quería estar más con su hija que es una niña adoptada chilena que una vez le mandó una nota diciéndole: «¿Para eso fuiste a buscarme?». Le dije que tenía poco tiempo pues a los catorce años las niñas de hoy no quieren saber nada de sus padres.
Contó cómo en una Cumbre, al no estar Moratinos, Zapatero se llevó a un alto funcionario,  quien ante su sorpresa y tras hablar él en una reunión muy importante pidió la palabra el secretario de estado y habló más que el presidente. «Ya sabes lo que tienes que hacer”, le dijo Bono. Pues no lo hizo. Zapatero es buena persona y le cuesta prescindir de nadie. “A una ministra a la que iba a cesar, esta se le puso a llorar y no lo hizo”.
Contó también que en una ocasión Carmen García Bloise confeccionaba las listas y las hacía en virtud de la ley de D’Hondt. “Te equivocas”, le dijo Alfonso Guerra, ”tienes que seguir la ley de Colt». “¿Cuál es esa?» “Muy sencillo coges un colt 45 y a quien protesta, disparas», le contestó Guerra.
Soledad Becerril y varios protestaron por la decisión de hacer públicos los bienes de los parlamentarios. «No quedó más remedio”, contestó Bono. “Tuvimos una reunión con los portavoces y todos así lo acordaron. Solo se opuso Durán«. Yo hace dos meses le escribí una carta sobre la laxitud de las incompatibilidades que levantaron el PP y ni me la contestó. “Tres mil cien euros gana un diputado por Madrid. ¡No hay derecho!”, decía.
Otro de los temas había sido el over-booking que había logrado Mariano Rajoy la víspera en la presentación de su libro personal. Golpes y codazos para estar en una sala atiborrada. El perfume de la posible victoria haría milagros. El Rajoy tontorrón y torpe había dado paso a un excelso político al que todos querían dar la mano. Miserias de la vida.
Bono no paraba de hablar ante una mesa con jugos, cruasanes, churros, pantumaca, jamoncitos, frutas, café con leche, pastel… una mesa preciosa que quedó casi intocada mientras la conversación derivaba a la nostalgia de la despedida.
Ese día salía en los medios que Bono mantenía un flirt con Marina Danko, la bella colombiana que acaba de separarse del torero Palomo Linares. Bono había desmentido la noticia, pero  esta había tenido su pequeño recorrido. Su toma de posesión como ministro de defensa con el cantante Raphael, obispos y varias folclóricas abonaban la especie. Con 61 años y mucho nuevo pelo, la noticia tenía su credibilidad junto a la pregunta: ¿Dónde acabará este hombre? Unos decían que de embajador en el Vaticano, otros de Defensor del Pueblo, pero nadie daba por hecho lo del cuidado de la hija de once años. Su hija le había mandado una foto de su padre con una sábana diciéndole: «Hace diez días que no te veo».
Arias Cañete que la víspera había estado en un programa de Intereconomía dando caña a Rubalcaba, contó que fue en un día miembro de tres parlamentos: “Del Andaluz, del Senado y de Estrasburgo. En un día. Todo un record”. Y Bono le decía que frente a Marín que había llamado al orden en la octava legislatura a 26 diputados él solo lo había hecho con uno.
De allí bajamos todos a los Leones a sacarnos una foto de familia. Ante los codazos me puse en un segundo plano. No me gustan estas escenitas de gente estirando el cuello que luego no sirven para nada. Como decía Juan de Ajuriaguerra en los banquetes: «¡La presidencia está donde está mi trasero!» Pues eso.

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

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