diciembre 15, 2011

Butaca de Gallinero: Mucho miedo

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Está demostrado. En época de crisis, el cine apuesta por el género de terror. Por un terror sucio, exagerado y, a poder ser, paranormal. La cosa no es de ahora. En la época de la Gran Depresión el personal llenaba las salas para ver King Kong o el Drácula de Browning. En plena crisis del 73 (y alrededores) en las pantallas se proyectaban cintas como El Exorcista, La Matanza de Texas o Tiburón. Y eso por no hablar de cómo flipaba la audiencia, algunos años antes, cuando la agitación del mayo del 68 contemporizaba con los pases de La Noche de los Muertos Vivientes.
En los últimos tres años el género de terror, como no podía ser de otra manera, se ha revitalizado. The Innkeepers, Tiburon 3D, Piraña 3D, Paranormal Activity 3, La Cosa, Contagio, The Gatekeeper o El Dorado son solo algunos ejemplos (únicamente con la sección de zombies ya llenábamos la mitad del catálogo).

La explicación del fenómeno no es unívoca. Unos dicen que las películas de terror son metáforas de los miedos cotidianos, camuflados en forma de tal espíritu o cual serial killer. Yo soy más prosaico. Creo que la gente va a ver películas de terror para ver sufrir a los demás. Ya sea a los personajes o al compañero de butaca. Además, ese cine reconforta: los agentes aterradores del cine a menudo logran ser derrotados. En el mundo real la cosa se complica. Trata de clavarle una estaca en el corazón a una hipoteca a 50 años con un interés del euribor + 2%.

Roberto Aguirre © humorenlared.com

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