El Ampli: La familia mal, gracias
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![]() Del mismo modo que algunos aventados se entrenan corriendo para enfrentarse a duras pruebas atléticas de resistencia, trato de enfrentarme a unos de mis miedos más profundos: la cena de nochebuena. Por ello quedo con mis tíos para comer, para poder pulir mi técnica y corregir con tiempo posibles errores tácticos y de estrategia. No son sueños. No son Utopías Emergentes y para demostrármelo silbo medio disco de Dakidarria antes de tocar al timbre de la casa de mis parientes. Me abre mi tía. Dentro se puede oír el bullicio de la cocina abarrotada. Observo a mi tío y a mi primo el mayor a través de la mampara, fumando en el balcón. Es su particular Teatro de Cristal, solo que la voz ronca de mi tío no se parece demasiado a la de la cantante de Carpophonica. Toda la familia presente se acerca a saludarme. Me comen a besos. La familia es así. No dejo de sujetarme la cartera durante todo el proceso. No conocéis a mi primo el pequeño. Es un adicto a la fiesta y a la canción Ritmo de la Noche. Y a veces anda corto de pasta. En Reyes pienso regalarle el Mylo Xyloto de Coldplay, a ver si se nos relaja un poco. Nos sentamos a la mesa y comienzan a circular las viandas. Lo primero, los entremeses; unas croquetas que podrían alimentar a todo un regimiento si no fuera porque tienen la textura del engrudo y saben (imagino) parecido. Me toca sentarme junto a Juan Guillermo, el hijo de mi primo el mayor, que tiene seis años. Me acuerdo de cuando yo era un niño y de los dibujos animados que se emitían. Como Pumuky, y aquel episodio llamado Moriarty y la Combustión Espontánea. Pronto me doy cuenta de que ese es el título de la última canción de Plus Ultra, el último disco de Pumuky, pero no el duende carpintero, sino el grupo. Mi tía me dice que qué guapo estoy, que sigo como siempre. Me creo el cumplido a medias. Mi alopecia ha avanzado como los hunos en la Centroeuropa del siglo V, mi barriga se expande como una debacle bursátil y la miopía hipermétrope de mi tía está peor que nunca. Al menos intento tomármelo con optimismo, como si de un disco homónimo de Sondre Lerche se tratara. Trato de deglutir la comida en silencio mientras mi tío, que es cartero jubilado, dice que la cosa está fatal y que la culpa de la crisis la tienen los emails y los SMS, que han hecho que baje la venta de sellos. Necesito más optimismo. Disimuladamente me tengo que poner los auriculares y escuchar al menos un tema de Out of frequency, el nuevo trabajo de los daneses The Asteroids Galaxy Tour. Mucho mejor. Ahora de repente me apetece tomarme una cerveza. Pasan los platos. Me aburro como una ostra. Trato de concentrarme en la pitanza, pero el cordero está demasiado cocido y las patatas panadera demasiado quemadas. Me dicen que el vino es de lo mejor que se puede conseguir en envase de tetrabrik. Solo mi tía-abuela Engracia me sigue el rollo. Comenzamos hablando sobre qué disco es mejor, si Here and Now, lo nuevo de Nickelback, o el último álbum de Korn, The Path of Totality. No nos ponemos de acuerdo, pero la discusión progresa de manera civilizada hasta que acabamos mencionando Ciervos, el disco de Astro, y Engracia me pega en la cabeza con el cazo de servir la sopa de pescado por no estar más puesto en el panorama indie chileno. Tregua parcial La paz llega después de los postres. Pero dura poco. Antes de la copa y el puro, mis tíos suben a Guillermo encima de la mesa y le piden que cante una de sus canciones escolares. El hijo de mi primo pone cara de circunstancias, se concentra, y suelta un eructo. Nunca había oído a nadie jugar tan bien con el falsete desde el Soul 2 de Seal. Mi primo el mayor pone el CD de Dagda beltza, el disco de Deiedra, para que el rebel folk disipe un poco el bochorno. Y el olor a cebolla también. Pero me temo que esto no lo salva ni el punk agresivo, ni el rock&roll de tintes doo-wop, ni el pop cañero de Hank, la última perla de Suzy y los Quattro. Tras unos momentos de relax encerrado en el baño escuchando I am alone, el primer tema de Miniearth, Minimoon me calma los nervios. Tanto que, ayudado por la ingesta de toneladas de cordero, me quedo dormido sentado en el retrete. Los sueños se me acumulan, como en Ametsak Pilatzen, de Su Ta Gar. Pero es pensar en los eibarreses y despertarme de subidón. Me despido de la familia. Hago evaluación de daños. Me siento como si hubiera corrido desfondado diez horribles e interminables kilómetros y aún me quedase disputar una maratón. Pienso en las Navidades. Que el Olentzero me pille confesado. Javi Trilobite © humorenlared.com |
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