Debajo de la Palmera: Y resulta que no la destruyeron los vascos
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Se acaban de cumplir setenta y cinco años de la destrucción de Gernika por los escorpiones alados de la aviación nazi. Hace 75 años el gordito aflautado que no tuvo piedad ni de los gusanos, porque se tomó el trabajo de ponerse delgado antes de morir para que aquellos no recibieran de él alimento suficiente, prestó la Villa santa de los vascos a la aviación hitleriana para que probara su fuerza destructiva en la guerra mundial que ya comenzaba allí mismo en la Península mártir. Esa triste tarde en aquel pueblo inocente los versos se quebraron en millones de pedazos con bertsolaris y todo, se pulverizaron las cestas de los pelotaris y algún cura verdadero ministro de Dios, y no de las grandes catedrales quedó vuelto un celaje de cenizas. Niños, mujeres, ancianos y caballos despedazados ganaban para siempre el cielo de Picasso en medio de las ruinas. El Caudillo estaba satisfecho, sus manos regordetas temblaban de emoción y su barriguita se hinchaba aún más de gozo porque el Führer también estaba satisfecho y seguramente lo condecoraría con una medalla de cuero de cochino. Setenta y cinco años después, los asesinos no solo no han sido castigados, sino que reclaman enérgicamente su «lugar bajo el sol» en una proyectada sociedad democrática y representativa absurda y rupestremente monárquica cuyos futuros ministros, para estar un poco dentro de la Era del Espacio, vamos, deberían jurar sus mentiras de rigor en la Cueva de Altamira, que está muchos milenios adelante de El Pardo, para no hablar de La Zarzuela. Hace ya meses cayó en mis manos una reseña bibliográfica de la obra de Klaus, A. Maier titulada Guernica, 26.4.1937. Die deutsche Intervention in Spanien und der «Fali Guernica». Einzelschriften zur militárisehen Geschichte des Zweiten Weltkrieges, 17. Lo que se traduce: La intervención alemana en España y el «Caso Guernica». Monografías para la historia militar de la segunda guerra mundial (n° 17). Este estudio documentado comprende 166 páginas y fue editado en Friburgo (Alemania) hace ya treinta años por la Editorial Lombach. Se reconoce ahí honradamente que uno de los episodios más vergonzosos de la guerra española fue el bombardeo y destrucción de nuestra Gernika en la fecha ya sobradamente conocida, y así mismo que tuvo una repercusión internacional siendo objeto de enconadas polémicas que todavía no han debido de parar… Prueba evidente de la importancia del hecho es esta obra que integra una colección dedicada a analizar la historia militar de Alemania Federal. Su autor es un Major de la Luftwaffe que estudió historia y ciencias políticas en la universidad de Tubinga, Maier, el autor, tuvo acceso a documentación de primer orden entre la que sobresale el dietario de Richthofen, de un interés realmente extraordinario, lo que le permite trazar una síntesis excelente de la aportación de la Legión Cóndor a la España «nacional», de su intervención en el frente Norte y especialmente -lo que más nos interesa- de su responsabilidad en la destrucción de Gernika (Bizkaia). Después de la monografía de Maier, rigurosa y discreta a la vez, no queda ninguna duda sobre la intervención masiva de la aviación alemana -apoyada al parecer por la aviación «legionaria», italiana- contra la ciudad vasca de Gernika, que constituyó, desde la óptica de Richthofen, «un éxito aplastante». ¡Y tan aplastante…! Nuestros gudaris del ejército vasco, contrariamente a las informaciones tendenciosas de la propaganda franquista, no solo no tuvieron ninguna participación en dicha destrucción, sino que, como los demás, fueron sorprendidos desde el frente con esta auténtica hecatombe y poco fue lo que luego pudieron hacer para remediar tanta desgracia y tanta ruina. Es lo que se desprende de la líneas del citado dietario de Richthofen. Todo ello era ya sabido desde la fecha misma de la destrucción… pero lo notable es que las afirmaciones del Gobierno del lehendakari Aguirre y las suyas propias así como las de tantos y tantos testigos hijos de Euzkadi, sean confirmadas ampliamente por la documentación germánica que permite matizarlas en algún aspecto, cosa obvia. En cuanto a las motivaciones que causaron el ataque a Gernika las fuentes empleadas en esta obra dan pistas suficientes para sostener globalmente la tesis que los vascos bien conocemos. También en este punto el tiempo nos ha dado la razón… y la misma historia documentada. Finalmente, por lo que al estudio de Maier se refiere, es de gran valor de documentación muy considerable sobre el caso Guernika visto desde la misma Alemania, material que ocupa todo un apéndice lleno de interés. Ante todo esto se nos ocurre pensar: el causante de la terrible y odiosa guerra del 36, general Franco, que se tenía a sí mismo por supercristiano, ni a su larga y consciente agonía quiso rectificar y reparar -ni con un signo mínimo- la calumnia levantada por él ante el mundo según la cual fueron los propios vascos, los «hijos de Gernika», los autores morales y materiales de la hecatombe que aquí comentamos. Y toda difamación pública hecha por un hombre público exige, en estricta moral, una rectificación proporcionada, es decir, igualmente pública. La circunstancia de ser el sicofante toda una persona pública y oficial aumenta todavía en mayor medida su responsabilidad moral, que en este caso llegó a ser realmente grave en sumo grado a la luz de la moral cristiana… Pero el caudillo murió «sin acordarse» de este «leve pecadillo»… Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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