mayo 22, 2012

El Ampli: El disco se pone duro

Los ordenadores sirven para hacernos la vida más fácil. Bueno, eso es lo que dicen los dependientes de las tiendas de hardware. Angelitos.

El ordenador comienza a hacer cosas raras. Se apaga cada dos por tres y los programas se cuelgan más que un colega al que le acaba de dejar la novia. Investigo entre la Maleza de archivos para ver de qué puede tratarse, lo que hace que me encomiende a Iván Nieto más que a Bill Gates. No hay suerte. Es más, descubro que se me han corrompido las fotos de todas mis galerías. Que están Re-tocadas, como el título del nuevo álbum de Losdelgás. En todas sale ahora gente con bigote. Menos en las que aparece mi abuela, que ya lo tenía de antes. El ordenador está completamente KO. Un completo Knockout. Quienes por cierto han sacado nuevo disco. Siempre al revés. Qué evocador. Me autocompadezco. Me digo que tengo La Negra. Luego pienso que qué más quisiera, que ya me gustaría estar escuchando La que nunca en vez de estar sufriendo una violenta escalada de ventanas de error.
Empiezo a pensar que debo de tener algún virus, pero no sé cómo ha podido pasar. Si las únicas webs en las que he entrado últimamente han sido unas bielorrusas muy coquetas, llenas de calaveras. Como pensaba que era una página de heavy metal he pinchado en todos los links y he clickado en aceptar para ver si escuchaba algún corte. Aunque fuese una canción del Insight de Face the Maybe. Paso el antivirus. Después de cuatro horas de espera, escuchando en reproducción continua Momento perfecto, el nuevo disco de los malagueños Dry Martina, aparece en pantalla una ventana informándome de que se ha hecho lo que se ha podido pero que el ordenador lo deja por imposible. Reinicio la computadora. Aparece un montón de código extraño. Casi tan indescifrable como el título de lo último de Hora Zulú, bautizado Siempre soñé saber sobre, nadie negó nunca nada. Durante un segundo llego a ver un corte de mangas formado por símbolos de código ASCII.
Termina cargándose el sistema operativo. Empiezo a cantar a grito pelado el primer tema de Quiero Tenerte, de Zinkin’ Prim. Pero la alegría dura poco. Los iconos del escritorio se pegan entre sí. Observo cómo los accesos directos del Quick Time y el iTunes, arrincona en una esquina al de Spotify y se ponen a propinarle patadas en la espinilla mientras la papelera de reciclaje hace la vista gorda. Supongo que esas cosas pasan. Tampoco nadie se explicaba lo rápido que había arrasado Shinedown en las listas americanas cuando sacaron su Amarillys, y ahí les tienes. El espectáculo termina cuando el PC comienza a calentarse y se apaga. Antes de que me deje ponerle unas lonchas de bacón sobre la torre. Así, a mala idea. Hago un reboot y me acuerdo del Thank you for the Boots de Maika Makovski. Una asociación de ideas fonética como otra cualquiera provocada por varias horas de Def Con informático. Jason Mraz siempre me anima, no sé muy bien por qué, así que le subo el volumen al Love is a tour setter word, aunque no esté yo de humor para palabras de amor. Defragmento el disco duro y borro temporales. Después de otras cuatro horas me desespero. De repente aparecen en pantalla varias rayas de colores que terminan formando un pentagrama mientras por los altavoces se oyen sonidos guturales y aullidos lastimeros. Apago el ordenador antes de crear un vórtice interdimensional y que la habitación se me llene de seres del averno pixelados. Para eso me escucho De Madrid al Infierno de Obús y me quedo mucho más a gusto.
Como última opción llamo a un amigo informático, que sabe mogollón, para que venga a casa a arreglarme el desaguisado. El tío no se lo toma muy bien. Tampoco creo que las dos de la mañana sea una hora tan intempestiva. Claro que el hecho de que le deba pasta y que le levantara la novia en quinto de primaria no ayuda a que su disposición sea la más óptima. Le convenzo prometiéndole que le voy a regalar mi disco de Bernardo Bonezzi. Me contesta que por La esencia de la ciencia, lo que sea. Llega a casa y pongo Siamo Gerriglia de Banda Bassotti para motivarle. Me dice que tiene la solución. Que hay que formatear. Se pone a la faena antes de que me dé tiempo a decirle que no tengo los programas de instalación ni he hecho copias de seguridad de mis archivos. Imagino que llevará en el pendrive alguna de esas herramientas milagrosas de informático que te recuperan todo. Termina el proceso y mi ordenador se queda más pelado que Sinéad O’Connor. Le comento lo de la herramienta milagrosa y se ríe en mi cara. Me espeta que nunca pudo superar lo de Lourditas y abandona mi casa con el disco bajo el brazo. Me quedo compuesto y sin CPU. Me pregunto si podré bajarme los programas y recuperar la información yo solo. Seguro que en la página bielorrusa me dicen como.

Javi Trilobite © humorenlared.com

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