agosto 24, 2012

El Ampli: Ciencia e inconsciencia

El saber no ocupa lugar. Y la música sigue el mismo principio. A menos que hablemos de soportes. Un vinilo cabe muy mal en el bolsillo.

He decidido dejar de ser un gañán iletrado y acudir a uno de esos Museos de las Ciencias en los que, para variar, te dejan tocar todo. Además, como allí todo el mundo se sorprende de las curiosidades científicas nadie va a notar que aún tengo suspendida química de octavo de primaria. Antes de que la nostalgia se apodere de mí escucho en el MP3 Come of Age, el último trabajo de The Vaccines y compruebo que algunos llevan con más dignidad que yo lo de cumplir años. Entro en el recinto después de pagar la entrada. Un poco más y tengo que pedir un crédito rápido. Me consuelo pensando que este ha sido un Año perro para todos, como saben bien los integrantes de Dinero. A pesar del lamentable estado de mi cuenta corriente, muy corriente la verdad, pago la entrada. Todo sea por el conocimiento universal. Y también por el aire acondicionado.

La boca del globo

Camino por un pasillo. Como nunca tengo la mente donde la tengo que tener me pierdo por los cerros de Úbeda acordándome de que el último disco de The Cabin se llama Keep on walking. Para cuando salgo de mi ensimismamiento casi me he comido dos extintores, cuatro atriles con probetas de cristal y una señora con un paraguas. Llego a una de mis salas favoritas, la dedicada al sentido del olfato. Acerco la nariz al expositor del sulfuro de hidrógeno, mientras contemplo la cara de disgusto que ponen los parroquianos al pegar su napia al receptáculo. No noto nada especial. Si acaso me viene un olor familiar, como a mi frigorífico, o a mi dormitorio cuando le paso el ambientador y recojo las bolsas de basura de debajo de la cama. Me entra hambre, como me suele pasar después de escuchar El Hombre Comestible de Ingreso Cadáver. Pero el de seguridad no me deja sacar el bocadillo de txistorra. Me aproximo al atril en el que se encuentra una bola metálica que hay que empujar contra otras bolas para ver el efecto de la Inercia. Vuelvo a distraerme pensando el disco de Desakato y le doy con la bola a la señora del paraguas sin querer. Abandono la sala con disimulo.
Entro en una nueva habitación dividida en dos partes, Las Edades del Hombre y Los Misterios del Mar. Observo con detenimiento el dibujo de la evolución del ser humano, desde el Australopiteco al Homo Sapiens. Me doy cuenta de que el Homo Habilis se parece mucho a mi vencino del primero, un tipo bastante torpe, curiosamente. Nada que ver con El mono espabilado de Pedro Guerra. El disco, quiero decir.

Mala estrella

La sala dedicada a los siete mares está muy mal ambientada. Ni siquiera ponen algo de Oceanía de los Smashing Pumpkins para darle vidilla. Por no sonar no suena ni El Último Telémaco. Qué les costaría pinchar algo de UliSeSyLoSLibRoS, aunque sea en la parte de la expansión marítima griega del siglo VII a.C. Algo decepcionado me adentro en el planetario, que nunca defrauda. Me siento en una de las butacas reclinables del anfiteatro, confiando en evitar cierto pinzamiento cervical que me tiene preocupado cuando mire al techo.
En el preciso instante en que la luz se apaga y comienza a sonar la voz en off mi capacidad de atención se reduce al mínimo. Cuando hablan de años luz solo puedo tararear cosas del Lejos de Luis Auserón y cuando se menciona que en el espacio no se transmite el sonido comienzo a preguntarme a quién le dejé El grito del silencio de Guadaña. Cuando llega la parte dedicada a  nuestro satélite no puedo evitar vociferar la canción más charanguera del Hacia la Luna de En Tol Sarmiento.

Tocata y fuga

Dos guardias de seguridad me acompañan amablemente a la salida. Me piden con amabilidad impostada que no vuelva más y que debo estar agradecido de que no le hayan hecho mucho caso a la señora del paraguas que pedía mi apedreamiento público en la sala de los minerales. Me da igual. Ahora me siento mucho más culto. Creo que podría hasta disfrutar del Unity Band de Pat Metheny. Hasta me veo capaz de entender eso del Bolsón de Higgs, aunque prefiera las bandoleras o las mochilas, mucho más prácticas.

Javi Trilobite © humorenlared.com

 

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