El Ampli: Películas, fusas y confusas
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![]() A un amigo le ha dejado la novia de malas maneras y necesita consuelo. Pero como Consuelo tampoco quiere ni verle me toca a mí consolarle. La lotería primitiva no me tocará, no, pero marrones de estos me caen todos. Esa capacidad para comerme los problemas de los demás debe de ser una habilidad innata. Los de K-tólicos dirían que Se lleva dentro. Estoy de acuerdo. Mi amigo me pide que le acompañe al cine, que así se distrae y no piensa en su ex ni en su caimán mascota, auténtico iniciador de la crisis de pareja. No me da más detalles. Llegamos al cine y elegimos la película a boleo. Eso me indica que mi amigo está más interesado en darme la chapa que en estarse calladito durante la proyección. Empieza a decirme que su novia ha empezado a sacarle defectos por despecho, como que se está poniendo fondón, mientras engulle una bolsa de patatas fritas y una coca-cola de dos litros que ha comprado en el puesto de palomitas. Me siento como un buzo en el fondo de un pozo de autocompasión. Pienso en el Vas a brillar de El hombre rana para distraerme. Nos dirigimos a la chica de las entradas y mi amigo se le insinúa descaradamente. Todo muy triste. Bueno, tan mal no estará. Entramos en la sala. Como aún no se han apagado las luces no hay ningún acomodador con linternas. No puedo hacer el chiste a lo Poltergeist de Sigue la luz. Para eso ya está Diecinueve. Damos con la fila después de cerca de diez minutos dando vueltas, sala arriba sala a bajo. No creo que hagan falta Hechizos, pócimas y brujería, que dirían Mägo de Oz, para encontrar un buen asiento. Y menos cuando las entradas son numeradas. Efectivamente, mi amigo es malísimo jugando al Hundir la flota. Hallamos nuestras butacas. Justo se nos sientan delante unos tipos que han quedado para celebrar su décimo trofeo consecutivo del campeonato interprovincial de baloncesto amateur. A mi izquierda se sientan dos señoras que creen que se han metido a ver la última de Garci y, de improviso, mi amigo comienza a llorar sobre mi hombro derecho. Porque sí. Cuando creo que ya nada puede ir peor, llega el Más difícil todavía pero sin las rimas de Delahoja. Unos padres de familia, acompañados de sus trillizos de 10 años, se sientan detrás nuestro. No tarda en comenzar el recital de patadas en el respaldo y alaridos variados. Los tres chavales no se piensan relajar ni con una lenta del King Animal de Soundgarden. Para animales ya están ellos. Mi amigo sigue con la llorona. Se ha desatado el infierno y todavía no ha empezado la película. Comienza el chou Empieza el film pero yo solo puedo pensar en el título del nuevo álbum de Violeta Vil, Lápidas y cocoteros. Los cocoteros por los tipos de delante. Las lápidas por los funestos pensamientos que me generan los salvajes de detrás. Ni me acuerdo de lo que hemos entrado a ver. Al principio creo que es una película de ciencia ficción pero solo porque me he tirado toda la mañana escuchando el Space level de Novato. Pero estoy equivocado. Resulta ser un thriller tecnológico policial en el que dos agentes de distinto sexo, que al principio se llevan mal, unirán fuerzas para desentrañar una trama de corrupción política dirigida por un psicópata que dirige una organización criminal y al final surge el amor. Los niños de atrás continúan reventando el respaldo de mi butaca, las señoras de mi izquierda pregunta que cuándo sale Gallardón y solo puedo ver la mitad de la pantalla. Salgo fuera de la sala en dirección al baño a ver si me oxigeno un poco. Después de perderme por los pasillos del cine como si estuviese dentro del Laberintotik at de Estankona al fin encuentro los lavabos. No hay nadie. Una vez dentro me echo agua en la cara y doy buen uso de la retrete. El estrés, que me suelta el vientre. Cuando me dispongo a salir descubro que la puerta no abre y me he quedado encerrado en el baño del cine. Al principio me desespero, hasta que me doy cuenta de que llevo el reproductor MP3 en el bolsillo y se me abre el cielo. Me siento de nuevo en la taza del váter, echo el pestillo y me dispongo a escuchar Mosaico de Rayden y unos cuantos temas de ¡Dos! de Green Day. Pero pronto el pestillo da paso al pestiño, o al pestazo, según va pasando el tiempo. Así que salgo del cubículo del retrete y comienzo a aporrear la puerta de los baños. Al de 20 minutos aparece una acomodadora y me rescata. Accede a darme una piruleta de consolación pero no así su número de teléfono. Regreso a mi butaca. No me queda más remedio. Mi amigo, parece ser, se ha tirado la última media hora mandándole wassaps implorantes a su exnovia. Pero entonces cae Del cielo a la tierra, al más puro estilo Avalanch: lejos de conseguir un acercamiento, una reconciliación, su ex novia le amenaza con ponerle una orden de alejamiento junto con el texto “Eres 1” y el emoticón del zurullo con ojos. De todo esto me entero en tiempo real, por supuesto. Mi amigo dice que eso es un Infundio, pero lo hace sin el arte flamenco de Tomás de Perrate y no queda convincente. Cuando el oficial de policía y la agente del FBI especialista en ataques informáticos se besan frente a un Capitolio en llamas, rodeados de explosiones, mi amigo comienza a hacer pucheros de nuevo. Podía ser peor Por fin termina la sesión. Los niños de la fila de atrás abandonan sus butacas en estampida, colándose por entre las piernas de los jugadores de baloncesto que también inician la retirada. Las señoras comentan que muy bonita, pero que a ver cuándo deja Garci de doblar sus películas. Mi colega me agradece la salida. Me dice que se lo ha pasado muy bien y que a ver cuándo quedamos de nuevo. Le miro fijamente a lo ojos y me planteo seriamente estrangularlo. Al final opto por darle la piruleta mientras me alejo pensando en cómo funcionará eso de la orden de alejamiento. Javi Trilobite © humorenlared.com |
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