marzo 9, 2013

Debajo de la Palmera: Una monarquía protegida por la censura

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Así se titulaba el libro que publiqué el año 2007. Eran tiempos de opacidad y oscurantismo sobre todo lo que hacía referencia a la Casa Real. La mayoría veía inconveniente tratar de romper el muro de silencio que rodeaba una institución como la Monarquía, nacida ilegítimamente como herencia de una dictadura corrupta. Sin embargo y siguiendo la indicación de la canción de Raimon que decía que si no rompemos el silencio, moriremos en silencio, acepté el encargo de una editorial que me pidió contar mis vivencias con esta institución. Hoy, aquellos que me tildaban de políticamente incorrecto, callan. Y es que no fue nada fácil ser picapedrero de una institución protegida por la derecha, pero sobre todo por un PSOE que se define como republicano pero actúa como un mayordomo de Corte, ni por unos poderosos medios que veían peligroso que un nacionalista vasco tuviera la osadía de pedir explicaciones parlamentarias a una institución que “arbitra y modera” pero por sobre todo que es garantía “de la unidad y permanencia de España”.
Casi cuarenta años después de que se le definiera al rey, como “el motor del cambio”, comienzan a comprobarse lo que ha sido su cueva de Alí Babá. Un rey que es hoy uno de los hombres más ricos de Europa, una familia desestructurada y nada ejemplar, cacerías, amantes, comisiones, y el nulo control político que se debe ejercer en democracia. Y si bien empecé desde la tribuna y con preguntas parlamentarias en la más absoluta soledad, hoy ya IU, ERC y muchos medios de comunicación han abierto la veda ante la oceánica corrupción de una Institución que dicen que solo se puede sostener en el siglo XXI en base a que sea útil y a que sea ejemplar. Pues se han lucido.
Siempre que me preguntan por el caso Urdangarin les cuento mi teoría. Un joven deportista, sano, de familia conocida que deja a su novia para casarse con la hija del rey. Recibe unos cursos y conoce a un tal Diego Torres, un tipo espabilado del que se hace amigo. El duque ve lo que ocurre alrededor de su suegro. Cortina de humo, impunidad e inmunidad, regalo de Bribones y Fortunas, motos y Ferraris, comisiones por gestiones que nadie puede controlar, amantes, apariencia y encima reverencias y ensalzamiento continuo. En ese clima metes a Iñaki Urdangarin que tenía una ambición a flor de piel, buena planta y el título de Duque real, con un profesional avispado como Diego Torres y es como meter hidrógeno con oxígeno. Siempre sale agua.
Urdangarin y Torres hicieron lo que hicieron porque desde la Casa del Rey solo se les decía que “guardaran las apariencias”. Ningún mensaje ético o de reprobación. ¿Cómo iban a tenerlo si el suegro hacía lo mismo pero multiplicado por cien?
Desgraciadamente para ellos no contaron con un juez a punto de jubilarse que cogiendo un hilito de una pieza separada del caso Gürtel comenzara a tirar de él. Y ya la cosa no se pudo parar sobre todo cuando a todo esto se le juntó una crisis económica de caballo que azuza el malestar ciudadano y cuando además el suegro, en pleno hundimiento, se va de cacería con su amante aceptando una invitación tras haberse conseguido la adjudicación del tren de Alta Velocidad entre la Meca y Medina. Corrupción, infidelidades matrimoniales, insensibilidad ante la situación del país. Una mezcla explosiva.
Ante una situación como ésta y tras el anuncio de la abdicación de la reina Beatriz de Holanda de la misma edad que Juan Carlos y ante la renuncia del Papa, cada vez más en la Villa y Corte, al calor del caso del yerno, piensan que lo mejor que puede ocurrir hoy es que el rey abdique y venga su hijo Felipe. Veremos cómo va a ir subiendo esta marea tras las presiones para que no se le impute a Cristina de Borbón y el escándalo internacional que va a poner este juicio en cuarentena si al juez Castro le dejan terminar su trabajo. Sería sin embargo la ocasión para someter a consulta lo que no se pudo hacer en 1978 cuando se aprobó la Constitución y nos metieron de matute la “monarquía del movimiento” algo que no ocurrió en Italia tras la Segunda Guerra Mundial. Y ahí veríamos si los socialistas que se definen como “juancarlistas” lo son o más bien son unos señores que se dicen republicanos pero que en el fondo son unos monárquicos vergonzantes. Si aceptan que después de Juan Carlos tiene que venir su hijo y no la República, es que lo que siempre hemos sospechado se va a hacer realidad. Cuando tu sistema político no se basa en el voto popular sino en que un hijo herede la jefatura del estado de su padre, a eso se le llama monarquía. Y quien lo aprueba y sostiene, monárquico. Un sistema medieval incomprensible para los jóvenes de hoy y para algunos no tan jóvenes.
Habrá que estar al loro. Corrido el telón, estamos todos viendo en que consistió el éxito de la modélica transición española de la dictadura a la democracia. Impunidad, opacidad, corrupción y falta absoluta de valores éticos y democráticos. Y el mundo observando. Ya era hora. En breve veremos al rey de Jarrón Chino previa negociación de su inmunidad. ¡Pero que le quiten lo bailado!

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

 

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