Gora Euskadi: Algo me olía yo
Algo me barruntaba. Esas conversaciones en la frutería en las que una señora le decía a otra que sus dos hijos están en paro y cada vez más desesperados. Esos amargos diálogos entre un grupo de taxistas sobre lo mal que va el sector. Esas caras largas en el autobús. Esas imágenes en los informativos de preferentistas encerrados. Esa ola de suicidios vinculados al tsunami de los desahucios. No sé. Algo me decía que esas personas muy felices no parecían. Menos mal que el señor José Antonio González, desde la página 9 de EL CORREO del 14 de marzo, me ha hecho ver la luz y me ha sacado de tan zozobrante incertidumbre. La crisis, «que tiene un alto coste en la salud física y emocional». Claro. Eso va a ser. Qué suerte que hay expertos en inteligencia emocional, como el señor González, que se preocupan de investigar esas cosas. El escritor continúa, a lo largo de una breve entrevista, soltando perogrulladas. Discurriendo acerca de lo tristes que nos ponemos cuando nuestra vida se va por el sumidero. Con frases de antología, como cuando explica que la crisis puede dejar «emociones muy dañinas, como rencores, odios y otros sentimientos enquistados» que no van a permitir ser felices a los ciudadanos. Reconfortantes palabras. No os amarguéis. Carpe diem. Al buen tiempo buena cara. No hay mal que cien años dure. El que paga descansa. Elogia la madurez del pueblo, que, en su mayoría, por mucho que le puteen, día sí, día también, acosado por el paro galopante y la corrupción institucionalizada, se manifiesta sin violencia y con saber estar. Lo contrario, sugiere, sería de indeseables. No habla de cómo el sistema configura al individuo, para dejarlo con el culo al aire y cara de gilipollas cuando vienen mal dadas. No habla de terrorismo social ni laboral. No habla de cómo, cuando ya no hay zanahorias, solo queda el palo. Tampoco digo que González tenga que ser el nuevo Bassaglia, ni que su cometido sea llamar a la revolución de los estresados del mundo. Pero entonces, ¿cuál es el objetivo de la entrevista? ¿Es un bálsamo contra la angustia? ¿Unas friegas de resignación? El experto, con su sensual posado en el diván, parece quitarle hierro al asunto. Rollo psicoanalista. Si al final todo se vuelve insoportable siempre nos queda el psiquiatra de la seguridad social. Un poco de lorazepan para la ansiedad y a dormir. Mañana será otro día. Puede que la crisis no haya acabado para entonces, pero seguro que la farmacia seguirá allí. A menos que la cierren por quiebra del negocio. Héctor Sánchez © humorenlared.com |
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