El Ampli: Clarividencia Ye-Yé
La música ayuda a meterse en ambiente. Nos sugestiona en esas ocasiones en las que nos creemos lo que nos queremos creer. Pero el futuro es incierto y la fusa difusa. De un tiempo a esta parte me obsesiona el tiempo. No tanto el espacio. Las escafandras de astronauta me han provocado siempre mucha claustrofobia y lo de hacer de vientre a través de un tubo nunca me ha seducido demasiado. Pero me desvío del tema. El tiempo, decía. Me levanto por la mañana y en vez de unirme a un grupo de jubilados a lanzar esferas de acero en el parque, como recomiendan Los Gandules en su Mañanas de Petanca, escucho música. En bucle. Primero Presente continuo, de Mr. Vértigo, entero. Y lo encadeno con el Regreso al Futuro. Pero oír lo último de La Puta Opepé no hace que me distraiga pensando en almanaques, Deloreans, aeropatines o chalecos acolchados. Sigo obsesionado con el tiempo y sus formas verbales. Así que no le doy más vueltas. Solo me queda una solución. Visitar a una vidente y que me diga lo que me depara el destino. Acudo a una consulta cerca de mi casa. Tras abrirme la puerta, un tipo enjuto me hace pasar a una minúscula sala de espera en la que cuatro personas aguardan su turno con paciencia y resignación. El sitio es variopinto. Las paredes están decoradas con cuadros de vírgenes y santos, signos zodiacales, tapices zoroastristas, mapas anatómicos de masaje reiki y, lo más espeluznante de todo, varias fotos enmarcadas de primera comunión. Deduzco que familiares de la vidente. Este tipo de retratos han hecho mucho daño al arte de la fotografía. Contemplo las facciones de lo que se me antoja un sobrino nieto de Lady Agatha, así hace llamar la individua, vestido de marinero. De repente me acuerdo del álbum de Alberto Morote, Saludos a la Poderosa Bestia Primitiva. Los clientes van circulando. Para mi desgracia, mientras esperan tienen ganas de palique. Desearía poder hacer una Regresión, como Kuve, y revivir momentáneamente la existencia de un antepasado sordo. Pero me temo que sigo en el Siglo XXI y ni siquiera puedo berrear el disco de Gatillazo para descargar mi frustración. Una señora me cuenta que quiere contactar con el espíritu de su difunto esposo para que le diga el teléfono de su tía Engracia, que tiene que llamarla por un asunto de una herencia y no lo encuentra, y que su marido tenía muy buena memoria para esas cosas. Otro caballero me informa de que le va a preguntar a la vidente el número del Gordo de estas navidades, y que no entiende cómo no se le ha ocurrido a nadie hacerlo antes. Al fin me llega mi turno. Paso a un cuartucho y me encuentro con una señora diminuta, con un pañuelo pirata en la cabeza y cara de muy mala leche. Nada más entrar me dice que no diga nada, que ya sabe mi problema. Que con esa cara de albérchigo revenido que tengo no consigo encontrar pareja, que me abandono al onanismo compulsivo y que con ese espíritu de perdedor mi vida social es prácticamente inexistente. Lo ha clavado. Me siento en una mesa camilla con un tapete frente a Lady Agatha, que, sin decirle yo nada, comienza a barajar unas cartas. Saca las cartas del Loco, el Ermitaño, el Colgado y el Juicio. Grito que envido a grande. Pone cara de asco y cambia de tercio. Boludeces mal sintonizadas Saca una bola de cristal de debajo de la mesa. La escruta atentamente y me informa de mi futuro. Dice que alguien del pasado reaparecerá en mi vida. Le pregunto que a quién se refiere, si a David Bowie y su The Next Day, a Jimi Hendrix con el álbum de temas inéditos People, Hell & Angels, a Texas, que vuelven 25 años después con The Conversation, o acaso a Raphael, que saca disco nuevo, Mi gran noche. Lady Agatha me informa de que ella ve el pasado y el futuro, pero que algunos detalles se le pueden escapar, y me pregunta condescendientemente si me di algún golpe en la cabeza de pequeño. Le contesto que no me acuerdo porque de niño me caí de un columpio y desde entonces tengo algunas lagunas de memoria. La vidente agita la cabeza y me dice que le cuesta contactar con los espíritus. Se prepara un descafeinado de cafetera y se pone a leer los posos. Intento destensar el ambiente y le digo que el descafeinado de sobre me parece algo de Vagos Permanentes y le pregunto si ha oído Regreso al Pan Duro. Me dice que es alérgica al gluten y que deje de decir tonterías. Asegura que no ve nada, que si los de Sanidad no le hubieran pegado toque leería mi destino en las entrañas de unos jureles frescos, pero que no se arriesga después de la última multa por manipular alimentos sin licencia. La consulta acaba sin pronóstico. Eso no le impide a Lady Agatha cobrarme 300 euros por la sesión. Antes de mover un músculo me comenta que, por si estoy pensando en irme sin pagar, antes de cruzar el quicio de la puerta, el tipo enjuto de la puerta, que sirvió en el ejército argentino en los 70, me haría una corbata colombiana con una cucharilla de postre. Apoquino complacido. Vidente no sé si será, pero lo ha bordado como telépata. Javi Trilobite © humorenlared.com |
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